(Ernst Jünger y Carl Schmitt durante la Segunda Guerra Mundial)
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En cambio, he aquí que el carácter polémico del ensayo queda perfectamente explicitado, por ejemplo, en su capítulo 29, en las páginas que van de la 139 a la 145 de su edición española en la civilizada editorial Tusquets.
La situación histórica de Jünger al escribir es semejante, si bien desde luego no idéntica, a la de la primera postguerra. Vemos así la misma invitación al abstencionismo electoral y a la no participación en comicios, dirigida en los años 20 hacia ese lector ideal que el autor calificaba de “anarquista prusiano” en los párrafos finales de El corazón aventurero (versión de 1929, repito, inédita en España y previa a la de 1938 sí publicada en Tusquets). Vemos igualmente un posicionamiento hostil contra las potencias vencedoras, sus criterios e imposiciones, y el mismo dolor de quien ve a la patria como edificio intelectual nuevamente destruido. El hecho de que Jünger no apoyase a Hitler durante la guerra no significa que abandonara la patria a su suerte, y es también un hecho que vistió el uniforme del Reich hasta el último día de guerra.
La Emboscadura surge, como decimos, de un momento europeo de pervivencia de las tensiones bélicas, circunscrito a su época propia. Ninguno de los lectores que recibieron el libro cuando éste se publicó pudo llevarse a engaño. Cierto es que este libro apunta a situaciones y conceptos generales más allá de un momento histórico. A partir de los años 30, desligar las reflexiones de lo que tienen de coloración y de actualidad inmediata fue una preocupación constante en Jünger, de ahí que ensayos como Sobre el dolor o la versión definitiva de La movilización total nos sigan hablando en un presente perenne. Pero el esclarecedor “Aquí y ahora” que sirve de epígrafe y apertura al libro que tratamos no debe descuidarse e incide en el aspecto histórico de la obra, enclavándola en una encrucijada política muy concreta. Un libro hermanado al de Jünger (aunque no gemelo) es el de “Teoría del partisano” (o del “guerrillero” según traducciones), obra de su amigo y confidente Carl Schmitt y aparecido con posterioridad, en 1963, pero nutrido de un humus común y heredero forzoso de las mismas condiciones históricas. De “Teoría del partisano”, el libro del jurista y filósofo del Derecho Carl Schmitt, ha aparecido en el año 2004 una nueva edición, esta vez en catalán, a cargo de Eugenio Trías.
La época del repliegue completo hacia la interioridad aún estaba lejana para el escritor. El autor de “Heliópolis”, novela de 1949, y “La emboscadura” no es aún el de “Eumeswil” y “Pasados los setenta”. Jünger aún cree en la lucha por unos ideales a los que todavía considera capaces de un resurgimiento y de imprimir una revitalización, un nuevo cambio de rumbo en el estado europeo de cosas. Su apuesta por las élites militares y cultas, conscientes de su responsabilidad, que rodean al Procónsul en la ciudad-experimento de Heliópolis, es otro indicio de lo mismo. El emboscado podría ser la contrafigura ideológica del “resistente”, esa imagen romántico-moralizante creada con pasión dedicada por la izquierda europea y sostenida literaria y cinematográficamente a lo largo de décadas (con ayuda también del amigo americano).
Ante todo, el acto de la emboscadura no es una huida sino una entrada en liza. No debe olvidarse este aspecto de la figura del emboscado, si bien es obvio que las perspectivas de Jünger se han ampliado y otras cuestiones atraen su espíritu. El gesto de pasar al bosque tiene una dimensión interior e intemporal, al mismo tiempo que exterior e histórica; justamente, el paso hacia el bosque incluye el reconocimiento de lo intemporal en el fluir histórico. Se combate en la pequeña y en la gran Jihad simultáneamente, por decirlo con términos tradicionales islámicos (por eso nuestro mismo comentario entra y sale de la temporalidad, aborda una dimensión del problema y luego la otra alternativamente). El hombre es colocado por tanto en otros puntos que no son ya únicamente los del combate con armas físicas o políticas. En los tipos que Jünger propone como modelos del “director de almas” (la expresión aparece en el capítulo 21) ya no sólo está el héroe, ejemplificado aquí en la figura de Heracles (aliado de los divinos contra los titanes) sino también Sócrates, Cristo, y Dioniso (interpretado y tomado aquí en su faceta de dios de los antepasados y de las fiestas comunitarias a ellos ligadas). Llegamos así a las otras dimensiones de la figura aquí propuesta por el escritor y que sí han sido abordadas con más pertinencia por los comentaristas actuales, si bien no con la suficiente profundidad al no querer conectarlas con su proyección polémica. La emboscadura es metapolítica, pero también política al mismo tiempo, o como diría Jünger, no significa una elección entre la “viña” y la “nave” sino aceptar tanto la viña como la nave (capítulo 17), pues “la divisa del emboscado reza así: “Aquí y ahora”” (p.125). Y también se nos indica: “La resistencia del emboscado es absoluta” (p.126) Penetrar en el bosque supone un descenso a la esencialidad del Ser. Histórica y míticamente es un reencuentro con lo primordial y originario (capítulos 16 y 20), justamente allí donde historia y mito se confunden. Es una toma de contacto con el sustrato de la identidad, con la riqueza supraindividual (no colectiva en cambio, señala Jünger) de la que se derivan las individuaciones. Hacia lo intemporal que actúa en la historia. Justo un año después, en 1952, Jünger publica “Visita a Godenholm”, la novela de retorno a los orígenes, el viaje iniciático de dos amigos al extremo norte de Europa para rehabilitarse y sanar en la fuente primigenia de las fuerzas.
Todo cuanto venimos indicando posee a lo largo del texto de La Emboscadura manifestaciones religiosas (“teológicas” dice el escritor, aunque tomando la palabra con precaución), en los capítulos 21 a 25 e igualmente en el 33, y basadas también en el derecho (capítulo 28), la moral personal (cap.30), y hasta en el arte (cap.24), o en lo poético y puramente literario caps.12, 17 y 34. Ya que el poeta también “es un emboscado” (p. 82) .
La situación histórica de Jünger al escribir es semejante, si bien desde luego no idéntica, a la de la primera postguerra. Vemos así la misma invitación al abstencionismo electoral y a la no participación en comicios, dirigida en los años 20 hacia ese lector ideal que el autor calificaba de “anarquista prusiano” en los párrafos finales de El corazón aventurero (versión de 1929, repito, inédita en España y previa a la de 1938 sí publicada en Tusquets). Vemos igualmente un posicionamiento hostil contra las potencias vencedoras, sus criterios e imposiciones, y el mismo dolor de quien ve a la patria como edificio intelectual nuevamente destruido. El hecho de que Jünger no apoyase a Hitler durante la guerra no significa que abandonara la patria a su suerte, y es también un hecho que vistió el uniforme del Reich hasta el último día de guerra.
La Emboscadura surge, como decimos, de un momento europeo de pervivencia de las tensiones bélicas, circunscrito a su época propia. Ninguno de los lectores que recibieron el libro cuando éste se publicó pudo llevarse a engaño. Cierto es que este libro apunta a situaciones y conceptos generales más allá de un momento histórico. A partir de los años 30, desligar las reflexiones de lo que tienen de coloración y de actualidad inmediata fue una preocupación constante en Jünger, de ahí que ensayos como Sobre el dolor o la versión definitiva de La movilización total nos sigan hablando en un presente perenne. Pero el esclarecedor “Aquí y ahora” que sirve de epígrafe y apertura al libro que tratamos no debe descuidarse e incide en el aspecto histórico de la obra, enclavándola en una encrucijada política muy concreta. Un libro hermanado al de Jünger (aunque no gemelo) es el de “Teoría del partisano” (o del “guerrillero” según traducciones), obra de su amigo y confidente Carl Schmitt y aparecido con posterioridad, en 1963, pero nutrido de un humus común y heredero forzoso de las mismas condiciones históricas. De “Teoría del partisano”, el libro del jurista y filósofo del Derecho Carl Schmitt, ha aparecido en el año 2004 una nueva edición, esta vez en catalán, a cargo de Eugenio Trías.
La época del repliegue completo hacia la interioridad aún estaba lejana para el escritor. El autor de “Heliópolis”, novela de 1949, y “La emboscadura” no es aún el de “Eumeswil” y “Pasados los setenta”. Jünger aún cree en la lucha por unos ideales a los que todavía considera capaces de un resurgimiento y de imprimir una revitalización, un nuevo cambio de rumbo en el estado europeo de cosas. Su apuesta por las élites militares y cultas, conscientes de su responsabilidad, que rodean al Procónsul en la ciudad-experimento de Heliópolis, es otro indicio de lo mismo. El emboscado podría ser la contrafigura ideológica del “resistente”, esa imagen romántico-moralizante creada con pasión dedicada por la izquierda europea y sostenida literaria y cinematográficamente a lo largo de décadas (con ayuda también del amigo americano).
Ante todo, el acto de la emboscadura no es una huida sino una entrada en liza. No debe olvidarse este aspecto de la figura del emboscado, si bien es obvio que las perspectivas de Jünger se han ampliado y otras cuestiones atraen su espíritu. El gesto de pasar al bosque tiene una dimensión interior e intemporal, al mismo tiempo que exterior e histórica; justamente, el paso hacia el bosque incluye el reconocimiento de lo intemporal en el fluir histórico. Se combate en la pequeña y en la gran Jihad simultáneamente, por decirlo con términos tradicionales islámicos (por eso nuestro mismo comentario entra y sale de la temporalidad, aborda una dimensión del problema y luego la otra alternativamente). El hombre es colocado por tanto en otros puntos que no son ya únicamente los del combate con armas físicas o políticas. En los tipos que Jünger propone como modelos del “director de almas” (la expresión aparece en el capítulo 21) ya no sólo está el héroe, ejemplificado aquí en la figura de Heracles (aliado de los divinos contra los titanes) sino también Sócrates, Cristo, y Dioniso (interpretado y tomado aquí en su faceta de dios de los antepasados y de las fiestas comunitarias a ellos ligadas). Llegamos así a las otras dimensiones de la figura aquí propuesta por el escritor y que sí han sido abordadas con más pertinencia por los comentaristas actuales, si bien no con la suficiente profundidad al no querer conectarlas con su proyección polémica. La emboscadura es metapolítica, pero también política al mismo tiempo, o como diría Jünger, no significa una elección entre la “viña” y la “nave” sino aceptar tanto la viña como la nave (capítulo 17), pues “la divisa del emboscado reza así: “Aquí y ahora”” (p.125). Y también se nos indica: “La resistencia del emboscado es absoluta” (p.126) Penetrar en el bosque supone un descenso a la esencialidad del Ser. Histórica y míticamente es un reencuentro con lo primordial y originario (capítulos 16 y 20), justamente allí donde historia y mito se confunden. Es una toma de contacto con el sustrato de la identidad, con la riqueza supraindividual (no colectiva en cambio, señala Jünger) de la que se derivan las individuaciones. Hacia lo intemporal que actúa en la historia. Justo un año después, en 1952, Jünger publica “Visita a Godenholm”, la novela de retorno a los orígenes, el viaje iniciático de dos amigos al extremo norte de Europa para rehabilitarse y sanar en la fuente primigenia de las fuerzas.
Todo cuanto venimos indicando posee a lo largo del texto de La Emboscadura manifestaciones religiosas (“teológicas” dice el escritor, aunque tomando la palabra con precaución), en los capítulos 21 a 25 e igualmente en el 33, y basadas también en el derecho (capítulo 28), la moral personal (cap.30), y hasta en el arte (cap.24), o en lo poético y puramente literario caps.12, 17 y 34. Ya que el poeta también “es un emboscado” (p. 82) .
(Continuará...)
1 comentario:
Espléndido, Jünger define al poeta con la mayor dignidad existente posible. Felicidades
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