domingo, 27 de diciembre de 2009

Michael Moorcock cumple 70 años ( II )

(Elric)

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La composición del ciclo de Elric es un buen ejemplo de la singularidad de Moorcock como novelista: fue escrito y publicado de un modo desordenado y caótico, sin seguir en ningún caso la cronología del personaje. Relatos sueltos reunidos en libro, relatos concatenados con sucesión narrativa, novelas cortas o novelas de cierta extensión, se van acumulando a lo largo del tiempo al capricho de su creador. El primer relato de Elric, La ciudad de Ensueño, es de 1961, y en estas pocas páginas encontramos al destronado monarca cuando, tras vagabundear por el mundo, vuelve las armas contra sus mismos compatriotas, como el Coriolano de Shakespeare, pero sin que le tiemble el pulso y acabando con el poder de su propia nación. No conoceremos el comienzo de la historia hasta la novela titulada justamente Elric de Melniboné, de 1972. En realidad, los lectores conocen muy bien las trágicas circunstancias de la muerte del emperador albino desde que apareciera la inolvidable novela Stormbringer, de 1965, publicada por tanto poco después de ese primer relato; una novela más cuidada estilísticamente que otras entregas previas y posteriores de las hazañas del protagonista.
Pero esta peculiaridad también dota al personaje de Elric de una aureola trágica aún mayor: por mucho que lo veamos agitarse, moverse de aquí para allá a lo largo de cientos de páginas, sabemos bien cuál será su final ineluctable y el de algunos de los personajes secundarios. No otra cosa sucede con Anakin Skywalker en las últimas películas de Star Wars.

Otras novelas, como las del ciclo de El bastón rúnico, protagonizadas por Dorian Hawkmoon duque de Colonia, no pasan de ser típicas narraciones de aventuras fantásticas, originales en cuanto a ambientación, pero siguiendo una línea convencional de género. Las dos trilogías de Corum, dejando aparte la sorprendente primera novela de la saga, resultan desconcertantes e irregulares: aventuras coloristas que fascinan quizás por su misma índole delirante (no en vano los tres primeros libros de la serie se publicaron en España en la colección “Delirio” del editor Francisco Arellano). Los libros de Corum contribuyeron a forjar una imagen de Moorcock como escritor “fumeta”, trabajando y fantaseando bajo los efectos distorsionadores de diversas sustancias (donde éstas habrían afectado también, negativamente, a la calidad de su estilo), imagen que (justa o no) le ha acompañado durante mucho tiempo.
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Simultaneando con estos mundos de espada y brujería, creó también al personaje de Jerry Cornelius, el cual abría una dimensión radicalmente diversa en su obra. Las novelas de Cornelius (cuatro, más algunos relatos) son un delirante despliegue de la imaginación pop más alucinógena. Un personaje sesentero y setentero, un dandy de hortera elegancia que deambula sin rumbo por un Londres reconocible y a la vez distorsionado por la imaginación (o la alucinación), colmado de personajes estrambóticos y animado por disparatados saltos narrativos. Imaginad el capítulo 15 del Ulises de Joyce sirviendo como plantilla para una saga de novelas, y así podréis haceros una idea de lo que son estas Crónicas de Cornelius que la editorial Minotauro publicó por estos lares en el 2003. Uno de los rasgos más definitorios del autor británico es el exceso, y aquí se encuentra tamizado por un humor sarcástico y surrealista. Las historias de Jerry funcionan como metaliteratura, como parodia de la misma concepción de "novela" y del "novelar"; resultan divertidas, inquietantes y angustiosas a partes iguales, constituyendo un reto para la capacidad de comprensión de muchos lectores y piedra de toque para su sentido del humor, el muy especial y en algunas épocas necesario "humor del lector". El esmero estilístico y escenográfico que otorgó a esta serie de narraciones hizo que muchos críticos comenzaran a reconocer en Moorcock una valía literaria que antes le habían negado. Tras las peripecias de este Bunbury inglés, que es capaz de morir y resucitar varias veces, o incluso cambiar de color (con pelo blanco y piel negra, como si de un negativo fotográfico se tratara) ya es difícil reducir a Michael Moorcock a simple autor de género… Además, ¿a qué género pertenecería Jerry Cornelius?

En la misma línea “corneliana” se situaría la estrafalaria novela El tiempo de los señores halcones, escrita en colaboración con un tal Michael Butterworth (no confundir con el guionista de cómics, autor del Imperio de Trigan), donde un grupo de rock en el que participa el propio Moorcock como personaje, logra salvar al mundo con los poderes que les otorga su música.

(Continuará…)


(Rodney Matthews es un gran ilustador y uno de los que han dado forma visual a los mundos creados por su amigo Moorcock)



(Matthews y Moorcock)

lunes, 21 de diciembre de 2009

Un poema invernal de Stefan George


Molino, detén los brazos,
el campo ha de reposar.
Aguarda el estanque brisas.
Cúidanlo lanzas brillantes.
Los arbolillos se hielan
como la retama blanca.

Blancos niños se deslizan
sobre los hielos del lago.
Tras la bendición regresan
al hogar sumido en rezos,
al viejo dios de la ciencia,
al viejo dios ansiado.

¿Vino un soplo por la tierra?
Apenas brillan las lámparas.
¿No fue como si llamase?
¿Recibieron a sus novias
negros, profundos gnomos?
¡Campana, toca! ¡Campana!
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(del libro Peregrinajes -Pilgerfahrten (1891)-,
colección Adonáis, ediciones Rialp, 1954)

(Cazadores en la nieve, de Brueghel el Viejo)

viernes, 18 de diciembre de 2009

Michael Moorcock cumple 70 años ( I )

(Feliz cumpleaños, maestro)

Los sueños de Ariosto son los que hoy nadie sueña… esto llegó a escribir en una ocasión el ultracitado Borges, quien no debía de tener noticia de los libros de un autor de literatura fantástica llamado Michael Moorcock.
El escritor británico (nacido el 18 de Diciembre de 1939) cumple 70 años, dejando tras de sí una estela multicolor, psicodélica, y una obra multifacetada y de difícil definición.
Fue en los años 60 cuando Moorcock se abrió camino en el género de “fantasy” con sus personajes atormentados, habitantes de mundos aventureros y excesivos. Su originalidad estribaba, en gran medida, en el abandono de una inspiración basada en mitos ya establecidos culturalmente, fijados por la historia y que eran recurrentes del género, en especial los mitos nórdicos, confiándose Moorcock para ello a su propia inventiva, su capacidad para describir mundos, naciones, castillos, criaturas, tramas y seres fantásticos. De ahí también su vehemente aversión hacia el autor más prestigioso literariamente dentro de este género: J.R.R. Tolkien. Sin embargo, Robert E. Howard (que sí merece la aprobación de Moorcock aun considerándole superado) adolecía también de esa fijación por el nordicismo que Moorcock abandona. Y a pesar de ello, cierta influencia de las leyendas célticas irlandesas y galesas alcanzó a la segunda trilogía que dedicó al personaje de Corum.

En los inicios de su trayectoria, Michael Moorcock estaba situado en el centro de múltiples confluencias: el mundo más pop imaginable, las bandas de rock británicas de la época (con varias de las cuales colaboró), el Londres de los 60 (el de Blow Up, de Antonioni), los fanzines, la temporal adscripción al anrcosindicalismo, las tareas como editor y animador literario, y por tanto aglutinador de nuevos nombres y responsable de habilitar las posibilidades para su difusión… Fue Moorcock quien lanzó a la fama a su gran amigo el recientemente fallecido J.G. Ballard, siendo por entonces Moorcock redactor de la decisiva revista “New Worlds”, impulsora del movimiento New Wave británico. Esta publicación aspiraba a dignificar definitivamente el género de ciencia-ficción en inglés, incorporando a sus argumentos todos los nuevos recursos y caminos estilísticos de la literatura más moderna. Los tentáculos de Joyce o Beckett podían llegar al fin hasta lejanos planetas o mundos imaginarios.
La carrera literaria de Moorcock ha atravesado diversas fases y ha sido marcada por su carácter prolífico en exceso, el apresuramiento de una escritura espontánea y desbordada en su imaginación, por su éxito de ventas y por su facilidad para diseñar situaciones propias de fantasía oscura así como escenarios y tramas de aventura.
Su obra se articula en torno a ciclos diversos basados en otros tantos personjes que para el autor no son sino las respectivas encarnaciones de un mismo arquetipo: un único héroe, en realidad, llamado “el campeón eterno”, que atraviesa eras, mundos y planos de espacio, condenado a una lucha sin fin. Ni siquiera los bandos en liza quedan definidos. No existe la lucha entre el bien y el mal, sino un tira y afloja eterno entre los principios de la Ley y el Caos, equipados con sus respectivos campeones y cuya propia lucha engendra el mantenimiento del Equilibrio de todo lo existente. La misma victoria de la Ley, o bien del Caos, significaría la extinción de un mundo. Para complicar más las cosas, hay personajes que en ocasiones se ven obligados, aun siendo vasallos del Caos, a luchar contra él con las mismas armas del Caos. Esta es la situación en la que el destino sitúa a veces al personaje más famoso del autor: Elric de Melniboné. Elric, el emperador albino, monarca de una cruel y dominadora nación en decadencia, es un personaje físicamente enfermizo y débil, unido fatalmente en relación simbiótica a su espada vampírica Stormbringer (Tormentosa): un acero negro que se alimenta de las almas de quienes caen bajo su filo y que comunica a su portador la energía vital de las víctimas. En ocasiones, Elric es poseído por la sed de la espada, en especial en medio de la furia del combate, cuando le domina la rabia de los berserker y apenas puede distinguir entre amigos y enemigos.

(Continuará…)




(Edición original de Stormbringer, publicada en español como Portadora de tormentas)



(ilustración para Marinero de los mares del destino, un gran libro para los aficionados al fantasy)