sábado, 16 de mayo de 2009

Poetas de Caesaraugusta ( III ): Nueva Tertulia Poética en Zaragoza


Esta tercera entrega de “Poetas de Caesaraugusta” no tiene como protagonistas únicamente a Emilio Quintanilla Buey y a Rosendo Tello. El protagonista ha de ser múltiple, deben ser todos los artífices de la palabra que presten oído a esta llamada.

Rosendo Tello y Emilio Quintanilla, tanto en nombre propio como en el de la Asociación Aragonesa de Escritores y en el de la Biblioteca de Aragón, están muy interesados en impulsar esta NUEVA TERTULIA POÉTICA que tendría como centro de gravedad la Sala Polivalente de la Biblioteca de Aragón (Calle Doctor Cerrada, 22). Desean atraer muy especialmente a los poetas jóvenes de Aragón, y propiciar un encuentro entre generaciones y lenguajes diversos. Allí cada cual explicará el por qué de su estilo o simplemente (si lo prefiere) leerá pasajes de su obra de los que luego podrá conversar con los concurrentes. He sido invitado a participar este próximo miércoles, pero junto a mí deseo tener compañeros de armas, lectores y oyentes que deseen conocer no lo que yo tenga que decir sino la propuesta en sí misma, para poder enriquecerla con sus futuras visitas, darla a conocer a su vez y participar de la forma que prefieran. El formato no está cerrado, y las propuestas pueden seguir exponiéndose.
La acción precede al programa.

Rosendo Tello es como ese anciano de la tribu capaz no sólo de reunir en torno a sí a la ingenua chiquillería que le escucha embelesada (casi recibiendo de él por primera vez muchas palabras novísimas) sino también a los curtidos miembros del clan de los cazadores, que deponen sobre la hierba arco y lanza y se sientan a escucharle.

Emilio Quintanilla, escribe una poesía que resulta curiosamente jovencísima, ya que ha empezado a publicar sus obras en los últimos años. Practica un razonamiento poético meditado y calmo. Demuestra ser capaz de razonar líricamente, incidiendo en las virtudes hoy un tanto descuidadas de la retórica clásica como pueden ser la persuasión y la elocuencia. No se impone, no somete al lector. Su dominio escénico y su control de voz son envidiables, y estoy satisfecho de tenerlo como acompañante en el recital del próximo sábado 23 de Mayo en LA CAMPANA DE LOS PERDIDOS.

ANUNCIO:
“TERCERA TERTULIA POÉTICA
DE LA ASOCIACIÓN ARAGONESA DE ESCRITORES

El miércoles, 20 de mayo, a las 19:30, en la sala polivalente de la Biblioteca de Aragón, tendrá lugar la tercera TERTULIA POÉTICA de la Asociación Aragonesa de Escritores.
Está previsto que el poeta Ángel Sobreviela, a quien hemos invitado para esta ocasión, lea una selección de sus poemas. Procuraremos, además, que haya tiempo para que otros asistentes que lo deseen lean algo de su poeta preferido o bien de propia obra. Todo ello teniendo en cuenta que quien modere la tertulia (Rosendo Tello ó Emilio Quintanilla Buey) procurará distribuir el tiempo para que sean varias las oportunidades de intervenir.
Os animamos a asistir. Hemos de conseguir que esta tertulia llegue a convertirse en referencia obligada en el mundo poético zaragozano.”



martes, 5 de mayo de 2009

Poetas de Caesaraugusta ( II ): Carmen Aliaga

(Retrato de Carmen Aliaga con el Pilar y excavadora. Pinchar en la imagen para ampliar.)


Carmen Aliaga es otra de esas personalidades poéticas, extrañas y fosforescentes, que como un fuego fatuo travieso, se mueven por los laberínticos caminos de la Caesaraugusta poética de los últimos años.

Su libro CAFÉ VAN GOGH, publicado en el 2006 por la editorial “La Fragua del Trovador” es una de esas joyas que van circulando entre los aficionados nativos, y proliferando calladamente en muchas estanterías de los lectores de poesía de esta ciudad, la cual gusta de desconocerse a sí misma y extraviar a sus creadores hurtándolos del encuentro de unos con otros.
La labor de Carmen Aliaga ni empezó ni se detuvo allí. Ya un poco antes había comenzado a recitar tanto poemas suyos como de autores clásicos y contemporáneos en diversos eventos y circunstancias, cosa que sigue haciendo. Sus habilidades en el control de la voz, y de la proyección rítmica de la palabra leída en voz alta, son cada vez más mencionados y reconocidos, por lo que es reclamada como rapsoda por diversas gentes. Hace poco, participó recitando en el aniversario de “Lola editorial” invitada por Manuel Forega, y también ha hecho resonar “La Campana de los Perdidos” de la calle Prudencio, invitada por poetas que saben cómo hacer que sus poemas suenen mejor que nunca.

Más allá de los milagros, glorias o desventuras de los métodos de trabajo seguidos por los distribuidores de libros, el nombre de Carmen Aliaga halla eco gracias a Internet y al blog que comanda con gran éxito de seguidores y donde, desde hace tiempo, voy insertando mis comentarios y mi asombro ante sus poemas (http://palabraspoemasdelirios.blogspot.com/). Aquí engasto alguno de ellos junto con mis particularísimas exégesis.


PRETÉRITO

Se empaparon mis manos,
mis circulares ojos
en la tinta de cuentos
y tebeos baratos.

Quedaron acuarelas,
lápices y dibujos
detrás de la mantilla
y las gafas de la abuela.

Se pusieron los sueños
redondos y ligeros
a jugar con el polvo
y el techo del granero.

Dejé la bicicleta de las ruedas gastadas
y me lleve las letras
pegadas como arañas
entre los ocho nidos abiertos de mis dedos.


MI COMENTARIO:
Este poema no consiste en una enumeración de recuerdos, sino que basa su esencia en la naturaleza misma de la memoria y nos enseña cómo recordar. Describe una línea con forma de parábola. De la inmersión del primer verso, “se empaparon mis manos”, hacia un progresivo desapego y distancia, que sin embargo da testimonio del efecto y de la pervivencia del primer gesto enunciado.
La primera estrofa se sumerge en una sustancia viscosa y extraña, con el gesto de empapar las manos en esa misteriosa tinta no sujeta a concreción: imágenes, papeles difusos de cuentos y publicaciones infantiles… La segunda estrofa descubre para el lector, con mirada de niño, la realidad del mundo: la nitidez y el peso de los objetos, domésticos, humildes, dotados de una existencia propia conmovedoramente despegada de lo humano pero conservando su íntima vinculación con los seres: “las gafas de la abuela”.
De ahí pasamos al despertar de una imaginación y una voluntad que queda estrechamente ligada a esa realidad del mundo: los sueños que juegan con el polvo del granero… la conciencia de existir, de poseer la vida que se proyecta hacia el futuro y el saber que se proviene de un lugar determinado, que se ha brotado de la vida y atmósferas de otros seres vivos muy concretos.
En la última estrofa la infancia, emblematizada en la bicicleta, es finalmente abandonada al mismo tiempo en que se deja constancia de la persistencia de la memoria: la impregnación del pasado, que se lleva enredada entre los dedos. La última palabra del último verso enlaza así con la última palabra del primero: manos-dedos. La vida es así aferrada, en tan sólo 16 versos inmejorables, tras pasar y acariciar nuestras manos tendidas y abiertas.
Definición precisa. Exposición nítida y sencilla como cada uno de los planos de un pequeño diamante perfectamente cincelado. Uno de los mejores poemas de Carmen Aliaga.
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"Nothing will die;
All Things will change
Trough eternity"

Alfred Tennyson

("Nada morirá
todas las cosas se transformarán
a través de la eternidad")


Mira de frente la muerte del otro
y a través del otro
la tuya propia.

Reclina tu cara tibia
junto a la fría cristalera rectangular,
la que guarda la cera de la vela,
la palidez del cuerpo amortajado
y ese viento que mueve las cintas y los pétalos
de la corona última.

Acerca tu oído al silencio de los fallecidos
para escuchar esa voz que reclama:

"Apoya entre las hojas tu propio peso,
tu pensamiento,
tu voluntad.

Empuña la espada de tu pluma viva
para que brote la tinta sobre la tierra,
sobre el papel que vuela,
sobre el hermano que escucha
y sobre el enemigo"

MI COMENTARIO:
Si un poema arranca con una exhortación, el lector entra a formar parte del discurso poético, su materia lo ensarta como una lanza. Si el poema reincide en implicar al lector, estamos ante una urgencia que no sólo nos es reclamada sino que acucia al mismo autor, y así lo atisbamos en un rápido vistazo hacia la figura de aquél que nos apresura el paso. “Mira… Reclina… Acerca… Apoya… Empuña…” así comienza cada exhalación, cada impulso de esta arenga, de esta “piccola orazione”, como la de Ulises a sus compañeros según se la hizo clamar Dante desde la llama bífida.
Y aquí hay algo más: las dos voces con las que el parlamento toma relevo… tras las sensaciones táctiles de la segunda estrofa, después de sentirnos tibios aún frente a un cristal frío que nos protege del ausente, o al ausente de nosotros. La palidez cérea de la carne amortajada, la cérea presencia erguida de la vela, se conjugan con fisicidad aterradora. Sólo un “viento” que adivinamos como el del aire acondicionado obliga a ondear a los estandartes de la última (¿y definitiva?) triunfadora. Pues ¿de quién es esa “corona última” que pesa en todo un verso? ¿Es el triunfo y meta de la vida ascender a ese podio donde nos exhibimos horizontales?
La respuesta se halla en la competición que prosigue en la última estrofa: por tanto empuñad cálamos y arados, trazad vuestra escritura propia, pues las páginas emprenden el vuelo, como dice Carmen Aliaga… o la segunda voz, la bala en la recámara que ella nos reserva. También Tennyson confrontó dos poemas antagónicos en su juventud, y uno tras otro, página contra página los dio a la imprenta: “All Things Will Die” (“Todo morirá”), y “Nothing will die” (“Nada morirá”).

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De propina, os dejo este poema de la antología CAFÉ VAN GOGH, liberándoos de mis plúmbeos análisis pero reclamando vuestra atención para este libro. Si el librero no dispone de él, se pide y la distribución os lo aproxima con rapidez, gracias a que la editorial es aragonesa. Este poema es un sorprendente epítome de la vida de una mujer. Buona lettura!

Los cuentos, los cuentos,
las hadas, los dictados,
los dibujos, las ceras,
los abrazos de talco,

Los globos, las risas,
el río, los payasos,
el sol, las volteretas,
el parque, los guijarros,

La caricia más fuerte,
el beso más extraño,
despedida en la sábana,
quizá no nos veamos,

Los muebles, las casas,
el sí quiero del blanco,
los temblores, las náuseas,
el balancín, los partos,

La rutina, el cansancio
algún remordimiento
los huesos doloridos
y los cuentos, los cuentos.



sábado, 2 de mayo de 2009

Poetas de Caesaraugusta ( I ) : Fernando Burbano



Fernando Burbano es uno de los mejores poetas secretos de esta ciudad. Sus poemas mitológicos poseen una variedad de exposición sorprendente: desde el tono narrativo de EL LIENZO DE PENÉLOPE al dramático de IXIÓN. Digo “tono” para no decir “forma”, pues en la serie de textos a la que pertenecen estos poemas hay ante todo evocación, irónico-nostálgica, de la poesía como épica y como dramática. Pareciera el eco de un clamor lejano, registrado en la memoria akásica del Éter y que un deslumbrado vidente transcribe a tientas.
Hacen falta muchos arrestos para atreverse hoy a sacar nuevamente a la palestra los mitos griegos y a hacer con ellos una poesía de raíz moderna. Aún así, el poema que presento aquí es más tradicional expositivamente y en lenguaje, siendo que otros apelan a una dicción mucho más moderna y quebrada.
El dibujo que encabeza el presente post puede servir como ilustración con una doble intencionalidad. Burbano fuerza a las figuras ya momificadas sobre las que han pasado mil discursos, miradas, resurrecciones e interpretaciones, a no descansar en paz y a levantarse de nuevo. Al mismo tiempo, la ilustración parece evocar ese extraño autoamordazamiento en el que el verbo del autor pervive, con sus reticencias a mostrarse y dejarse leer, y que aún así se agita despertando el interés de quien pasa delante de sus estertores.
No he sido capaz ni de trocear el poema ni de incluir otro más breve. Quiero ofrecer éste en concreto. En este poema se exponen las razones de la mujer. Aún recuerdo cuando, tras leerlo, me acerqué a Fernando Burbano y le di una fotocopia con el poema ULISES de Tennyson, diciéndole “y estas son las razones de los hombres”.
No entro a analizarlo para no extender aún más este post y no cargarlo con un comentario como los que dedico a los poemas de Carmen Aliaga, por poner un ejemplo. Sólo quiero llamar la atención sobre la memorable elipsis poético-narrativa que se cobija en la primera parte del poema, y la manifiesta desconexión entre Penélope y la pareja de héroes que forman su marido y su hijo cuando describe su regreso:
“Telémaco volvió. Regresó Odiseo.
Uno a poco del otro, pero han vuelto.
Han vuelto, han regresado. Regresaron.
Y uno sigue su guerra. Otro la inicia.”

Aquí os dejo con Fernando Burbano.




EL LIENZO DE PENÉLOPE

A Ada Ibarbia Gascón, Ada de Orús, que
tejió en torno del artista un tapiz de amor,
en memoria.

Advertí luego a Sísifo, presa de recias
torturas. Iba a fuerza de brazos moviendo un
peñón monstruoso y, apoyándose en manos
y pies, empujaba su carga hasta el pico de
un monte.
ODISEA. Homero.

Sísifo, proletario de los dioses, impotente
y rebelde, conoce toda la magnitud de su
miserable condición: en ella piensa durante
su descenso.

EL MITO DE SÍSIFO. A. Camus.



ISAGOGE


Aquél que conozca entenderá
esta rebeldía revolucionaria..


EL SEPELIO DE ANTICLEA. RECUERDOS.


Enterramos a Anticlea esta mañana.
como ella hace algún tiempo nos pidiera,
buscamos un paraje desde el cual
ni la más gruesa mar en la tormenta,
con su fragor, rompiera su yacer.
Anticlea, mi suegra, aborrecía el mar,
idéntico que Laertes, su marido.
Nos sobrecogió que hallara la muerte
entre las olas. Era el odio antiguo.

Recuerdo que tornábamos de Esparta,
donde con Odiseo me habían casado
ante la corte de mi padre, Icario.
Tras de seis largos meses de demora
fueron a buscarnos Laertes y Anticlea.
Tornamos a poco hacia Itaca, vía
Pilos la arenosa, donde embarcamos.
Me encontraba ya encinta de Telémaco
y era aquel mi primer viaje por mar.
De rada en rada, sin perder la costa
de vista, hacíamos singla por vinosas
aguas. Eran proverbiales mis mareos,
y una y otra vez, desde la toldilla
me acercaba a la borda del navío
para desbocar mi nausea profunda.
En todo instante, y allí en el parasemo,
encontrábase a un Laertes embebido
en dejar caer guijarros a las aguas,
la cabeza afirmaba pensativa
algunas veces, en no sé qué caída
especial. Volví al tendal e inquirí
la fuente para aquel comportamiento
inexplicable. Mi suegra engoló
la voz, tal que hacían los viejos mistágogos
o las oscuras sibilas, diciendo:
“La mar, el mar, lo mar” ; quise escuchar
el murmullo del hado y me callé.

De vuelta al palacio tras de aquel hórrido
entierro, contemplé a Laertes con nueva
mirada y fantaseé hacer un tejido
bordado y sin costuras que usaría
de sudario en su aún lejano sepelio.
A poco mi suegro dejó la casa
yéndose a alojar a la del boyero
Filetio y su familia. El orgullo
de los pretendientes minaba lento
mi paz familiar. Supliqué al divino
argonauta su retorno al palacio;
“Nunca sin mi hijo volveré a pisar
la casa”, replicó secamente.
Lo dejé lanzando jejos al mar.
Volví a mi cámara y ordené un telar
con que hacer efectiva mi infantil
venganza. Inicié la greca enmarcante
de toda la historia: el mar que se riza;
mascarón de proa, casi divinal…
…………………………………..
Pasaron largas horas de silencio
total. Desde mi habitáculo nada
rebullía. Se alarmó Euriclea que entró
asustada; me halló absorta al tejedor
con toda la labor del día deshecha.
Yo no respondía al estro de su voz
y hubo de zarandearme repetidas
veces para que volviera de nuevo
a mí. Algo me llevaba más allá
del tiempo siempre que emprendía el infausto
lienzo. Inconcluso quedó en sola urdimbre.


LOS REGRESOS. LA MUERTE DE LAERTES


Por esos días, Laertes henchía de cantos
el mar, en tanto que tristes salomas
llenaban nuestros puertos con los crueles
hados de algunos caudillos aqueos.
Sólo de Ulises resuena el silencio.
Telémaco, engallado, deja la isla,
la incuria asesina de los jóvenes
pretendientes le asegura el embarque.
No queda en casa ningún varón libre
con el que asociarme en las ceremonias
que prescriben la majestad del rey:
los viejos rituales de fertilidad
de la Diosa Tierra: yo, la Gran Madre,
otro, el Rey del Año; el solemne canon
de la Recogida, munificente
y alocado y, por fin, la mayestática
y precisa promulgación del Año
Nuevo. Al ausentarse el ayo Mentor,
regente y adjunto elegido en su día
por Odiseo, decido nombrar contra
su voluntad recia, a mi suegro Laertes
para el cargo. Accede a regañadientes.
Algún tiempo después, con la venida
de la estación cálida, muy cercano
a uno de aquellos rituales, volvieron.
Telémaco volvió. Regresó Odiseo.
Uno a poco del otro, pero han vuelto.
Han vuelto, han regresado. Regresaron.
Y uno sigue su guerra. Otro la inicia.
La sempiterna pelea de los hombres,
maldita y mil veces maldita, pero
así han sido hechos, o así se han hecho ellos.
Luego vino la siempre crucial noche
de los reconocimientos: un huero
corazón, y un corazón lleno de islas
que no estén, que sean, que las haya, pero
que nunca estén; y bajo nuestros pies,
el hueco; ni tan solamente el mar,
aún más, mucho más aterrorizante
( ellos, griegos invasores, no quieren
asumirlo, y ahí está: la mandorla yerma
y terrible, y sin embargo Gran Madre ).
Pronto, Ulises abandona la casa,
la isla, hasta la Grecia en pos de su credo.
Telémaco le sigue al poco, y vuelvo
a estar sola. Ya no quedan almortas
para el mar, Laertes se acurruca terco
en su yacija dispuesto a morir
por tabes. Se apagó a los pocos días.
Envuelto en un paño púrpura real
y lastrado con dos grandes pedruscos
lo lanzamos al mar. Yo lo miré
mientras se sumergía, sin pestañear.
Un murmullo interno de extrañas voces
me manifestaba el secreto mudo
de los cantos y las olas. Ya en tierra
conseguí, sin dificultad, tejer
mi lienzo con el negado dibujo:
…Midi le just y composé de feux
La mer, la mer, toujours recomencée! *
Y un hombre a horcajadas de un mascarón
arrojando a las argenteas espumas
minúsculos cantiles como rayos.
Prestamente volví con mi tejido
al lugar donde hundimos el cadáver,
y extendí, sobre las batientes, suave,
el por entonces ínclito pañuelo.
Las rápidas corrientes lo alejaron
pronto de nosotros. Mas súbitamente,
en lontananza, una especie de mano
apareció y lo arrebató a los fondos
marinos. Y entonces me sonrió el mar.
Aquí saqué de mi dedo el anillo
de bronce y lo arrojé al agua. Sonreí
al mar, mientras mi cabeza asentía.
Poco demoró mi regreso a Esparta.


ULTÍLOGO

No, nunca ocurrió exactamente así.
La penuria dramática del vate
en aquel lance preciso del poema
me condujo a deshacer el telado
que tejía diligente por el día.
Conoces, por mi ahora rodado canto,
la verdad de la verdad, ¿te (a)parece?


F I N



* “EL CEMENTERIO MARINO” de Paul Valery.