jueves, 23 de julio de 2009

Cuatro poemas de Carmen Aliaga


El primer poema es el que la autora recitó para el DVD "Zaragoza poética". Aparece en la tercera parte del vídeo tal y como puede verse en YOUTUBE y en la página de la Asociación Tresversos, responsable del documental:

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Concretamente en el minuto 6'47'', justo antes de la intervención de David Mayor.
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Él es el hombre pez,
el que en mis labios líquidos
se ahoga y desahoga,
el que muerde a propósito
mi boca anzuelo.
Yo la mujer de carne,
la que se arroja al río
cada día
para sentir
su sangre fría,
su piel de escamas.
Él aquel que olvidó
la memoria en el puente,
yo la que pierde el alma
en cada salto.
Ambos los dos de ojos cristalinos,
desenfocados,
buscando entre las aguas del reloj
la hora en que quizá
nos conozcamos.
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En las horas más negras
voy pariendo las letras de mis hijos,
los hijos de mis letras.
Es mi voz ese llanto de madre abandonada,
ese grito primero que asoma la cabeza.
La miseria de fuera
tirará de los hombros para sacar el resto.
Pero decidme ahora,
mientras que me desangro
quién coserá mi herida
quién cerrará mi ombligo
quién dará la palmada
para que el niño llore
ya huérfano de mí.
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SALA DE ESPERA
Recorremos
este suelo colmena,
hasta alcanzar, a pasos de zapato,
la puerta de la espera,
el enjambre de los pensamientos,
la miel amarga de lo intuido.
Duele en los ojos que miran hacia abajo
esta miseria ajena tan cerca de la nuestra
- la comunión de los desdichados
en torno a la mesa de caoba-
esa mesa pulida que muestra el brillo intenso
de las hojas de plástico
- la flor artificial-.
Nos guardamos la lágrima en el párpado
para así no manchar
esa larga pared decorada con nombres,
con números romanos,
con reyes, con espuelas y jinetes
que se nos hacen nuestros,
a fuerza de seguirnos
por el mismo pasillo.
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"Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del bordo filoso de la noche."
(de "Caminos del espejo" de Alejandra Pizarnik)
.
Cerremos, en la hora precisa,
los ojos ya borrosos de la tarde cansada
y esperemos
que el venidero día
nos muestre el colorido de su pupila nueva,
la secreta textura
de su estrenada vestimenta.
Pero, entretanto,
dejemos que mi casa sea tuya
- descanso del guerrero-
que tu cuerpo invencible
se desarme en mi pecho
- la rendición del todo-,
que los días punzantes,
las noches afiladas,
sean barcos camino
de una isla invisible y remota,
y en el cíclico giro,
en que la eternidad se posa en nuestras vidas,
el cielo se coloque su sombrero nocturno
mientras compara nuestro abrazo
con su grandeza
y con la fuerza extrema de sus vientos.
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1 comentario:

Dorita Puig dijo...

Hermosos poemas!!! Para vos , Carmen, toda mi admiración y mi cariño.
Dorita Puig