sábado, 24 de abril de 2010

La virtud que hace regalos

(La Adoración de los Magos, de Leonardo)

En esta semana, la presentación del libro de Ángel Gracia ARAR, el encuentro poético de la Bibloteca de Aragón, y la charla de ese día con la autora Brenda Ascoz, me han puesto de buen humor. A esto se añadió, el jueves por la noche, una nueva cena con los poetas jóvenes de Caesaraugusta, confidencias, risas y fotos chulas. Esta ciudad ha dado ya una buena floración. Ahora queda que dicha ciudad sea consciente de ello.

El hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Y en tiempos de tormenta las ramas fustigan el aire y no son acogedoras. El manto púrpura se retira, discretamente, de la cercanía de aquellos comediantes cuya presencia en el séquito parece más superflua. El poeta intenta hallar su lugar en el mundo, allí donde pueda seguir dando en sacrificio, ante todo, su tiempo (y sin emplearlo de manera preeminente en la tarea de construirse su lecho de reposo bajo la tierra, como en el poema "Amarrado" de ARAR), aunque para ello necesita de que alguien le recargue también ese tiempo suyo, y pueda asegurarle que no será expulsado extra-muros por innecesario o como carga incosteable.
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“El estamento de los poetas había gozado siempre de gran fama en la Marina. Se los tenía por donantes libres y el don de hacer versos era visto como la fuente de la plenitud. (…)

Nadie era allí tan pobre que no pudiera enviar los primeros y mejores frutos de sus huertos a las cabañas de los pensadores y a las ermitas de los poetas. En la Marina podía vivir entregado al ocio, de una manera pobre, desde luego, mas no indigente, todo aquel que en ella se sintiera vocado a servir al mundo con el espíritu. Tanto los que cultivaban los campos como los que cultivaban la palabra consideraban como su modelo la antigua sentencia que dice: “Los dioses nos dan gratis las cosas mejores"."


(Ernst Jünger, Sobre los acantilados de mármol, ed. Círculo de Lectores, pp.63-64)


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