miércoles, 31 de marzo de 2010

Monstruo


En estas fotografías puede verse a un habitante de Caesaraugusta a quien he conocido recientemente. Le puse por nombre Gromius. Él aceptó su nombre tras un momento de reflexión, y nos mostró su gratitud iluminando su semblante. La ambarina luz de la última hora diurna se hizo entonces más densa sobre el insólito fruncimiento de su sonrisa, como si una fina veta de sangre se cuajara en ella.
También quiso responder a la imposición de nombre bendiciéndonos a su vez, a mí y a la chica que me acompañaba, a quien sólo tuvo que mirar durante unos segundos para saber que era poetisa. ¿Pero qué son unos segundos para él? Por eso mismo me sorprendió la rapidez de sus deducciones. La señal de su bendición fue mostrarnos las yemas de sus dedos, que nunca llegaron a ser dedos humanos, pero sobre los que sí logró dibujar las huellas dactilares por las que, aparte de todo, nadie buscará reconocerle.
También nos mostró a la criatura a la que ha dejado vivir en el interior de su ojo, aunque no era necesario esto para darnos una pista acerca de su generosidad. Fue mi acompañante quien primero se apercibió que aquel ser redondo y blanco instalado en la agrietada cuenca era un caracol, y no un hongo como yo había creído al primer vistazo.

PRO AETERNA PAGANITATE.


“La entrega a las formas irracionales, barrocas y extravagantes de la naturaleza produce en nosotros un sentimiento de concordancia entre nuestro interior y la voluntad que las ha producido. Nos sentimos tentados a creerlas caprichos nuestros, creaciones propias; vemos vacilar y disolverse la frontera entre nosotros y la naturaleza, y adquirimos conciencia de un estado de ánimo en el que no sabemos si las imágenes en nuestra retina provienen de impresiones exteriores o interiores”.

(Hermann Hesse, Demian, Alianza Editorial El libro de bolsillo, p.130)

(Las huellas dactilares de este ser)

(Habitante en el habitante)


(Gromius)

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