De los tres grandes escritores de literatura fantástica que marcaron con su sello personalísimo la época dorada de la revista “pulp” Weird Tales, en los años 30, tan sólo Clark Ashton Smith permanece como un gran desconocido para los críticos y los lectores. H.P. Lovecraft y Robert E. Howard han seguido cosechando sus públicos, no siempre coincidentes, con un provecho constante a lo largo de los decenios. Mientras tanto, puede afirmarse que el nombre de su compañero de generación (a pesar de ser conocido por todos, aunque tan sólo sea por su relación con los escritores citados) oculta a un maestro por descubrir para muchos, y un escritor aún por aquilatar en su valía para la crítica. Y es que con frecuencia se olvida, en la consideración crítica de la literatura estadounidense, la ramificación de cauces diversos que desde el principio la caracterizó. Si la línea de la nueva poesía nacional de Estados Unidos la inauguró Whitman, la narrativa pronto despejó tres vías principales por las que discurrir: la narración aventurera nutrida del espíritu pionero (Fenimore Cooper), la realista (Mark Twain) y la fantástica (Poe). La literatura fantástica forma parte de la tradición norteamericana con tanta fundamentación como la realista.
Después de Clark Ashton Smith (1893-1961), tal vez ningún autor de literatura fantástica ha sido tan potentemente personal y original (salvo Stanislaw Lem). Tolkien se nutre de fuentes altomedievales, proviene directamente de ellas, y el estilo exitoso de Michael Moorcock resulta (en comparación sobre todo con el de Smith) bidimensional: una fusión de la novela de aventuras con la narratividad del cómic (de elegante dibujo, eso sí). La imaginación de Lovecraft, a pesar de haber transitado por sus mundos oníricos creados ex -nihilo, en busca de la ignota Kadath o de puertas que se abrieran con llaves de plata heredadas, tendía a los ambientes reconocibles: lo ignoto se agazapa a la vuelta de aquella esquina… Robert E. Howard es sin duda el maestro del pulp, la quintaesencia de este tipo de escritura: identificación plena del autor con su medio (la revista comercial) y su público, aunque sin subordinación de la imaginación y del capricho de dicho autor. Lovecraft sólo se sirvió del pulp, no sirvió al pulp: sus aspiraciones eran más refinadas y aristocráticas, y siempre he sospechado que despreciaba secretamente a su público. Lovecraft y Smith se vieron obligados a recurrir a estas publicaciones en papel barato para darse a conocer, pero no se sentían realmente identificados con ellas.
El californiano Clark Ashton Smith comenzó su carrera literaria en el mundo de la poesía (siendo saludado apresuradamente como un “nuevo Keats”), género que no abandonó a pesar de que pronto centraría su creatividad en la narrativa breve. Su abandono de la literatura tampoco es de fácil comprensión. Su paso de la creatividad desbordada al mutismo resulta tan fulminante y escandaloso como el de Rimbaud. Por parte de algunos biógrafos se ha apuntado la posibilidad de que las muertes inesperadas y tan seguidas, en 1936 y 1937, de sus amigos Howard y Lovecraft le hubieran sumido en un desconcierto estético (aparte de la depresión emocional que le supuso). El contacto, aun distante y epistolar con esos creadores, y el hecho de publicar juntos en la mismas revistas, eran factores que estimulaban su imaginación de forma comprobada. Tal vez Smith dependió más de lo que él mismo podía suponer del medio editorial con el que se daba a conocer, y su interés por proseguir sus creaciones decayó al mismo tiempo que se hundía hasta cierto punto un determinado mercado literario, a la vez que los gustos del público y sus formas de consumir narrativa cambiaban tras la Segunda Guerra Mundial.
Sus abundantes relatos se agrupan en ciclos basados en los diversos mundos imaginarios por él creados, siendo los de Zothique e Hyperbórea los más importantes. Especialmente, es en el volumen de Zothique, recopilación del ciclo del mismo nombre, donde se agavillan los máximos logros del narrador, y es en este libro en el que se concentrará el análisis de estas líneas.
(La célebre cubierta de la edición original de Zothique, y que Edaf mantuvo en su edición castellana)
2. Ambientación
Cuando el lector se aproxima a Zothique, es sorprendido por lo exótico del panorama. Un mundo fantástico como el de Tolkien, pero filtrado por una sensibilidad en nada parecida a la serena y “olímpica” del profesor de Oxford. La fisonomía del mundo de Smith es cínica, estremecedora y turbia, macabras sus tramas. Contemplamos un mundo imaginario vislumbrado a través de los efluvios malsanos del decadentismo esteticista “fin de siècle”. Este californiano traductor de Baudelaire y de Heredia, fue el hacedor de un mundo enfermizo, cruel, bárbaro, animado por un sustrato onírico imprevisible en su fenomenología y que instala un desasosiego permanente en el lector. Antes de Clark Ashton Smith, tan sólo Lord Dunsany podía considerarse padre con relevancia literaria de los mundos y convenciones de la fantasía tal y como hoy la conocemos. Robert E. Howard y Clark Ashton Smith les dieron su forma definitiva. Dunsany probó qué resultados podían obtenerse de la fusión del orientalismo con el folclorismo irlandés, y por su parte, Ashton Smith demostró haberse nutrido de una de las lecturas personales más provechosas de las Mil y una noches que ha dado el siglo XX, junto a las que (igualmente personalísimas) Lovecraft y Jünger dejaron tras de sí respecto a este clásico oriental.
Predominan, en la ambientación de este mundo de Zothique, los matices orientalizantes. Las zonas áridas ocupan la mayor parte de los escenarios de estos relatos. Entre sus arenas pueden esconderse ciudades perdidas, cadáveres de civilizaciones extinguidas, mientras que la perversidad parece acumularse, adoptando formas particularmente pérfidas, en las islas: entre otras muchas, Naat, la isla de caníbales y nigromantes, o Uccastrog, la isla de los torturadores, un pueblo que halla su principal solaz en infligir dolor al otro.
La edición original en inglés, y conjunta, de los 16 relatos ambientados en Zothique “el último continente”, tuvo lugar en los 70 y ya no fue obra de su creador, fallecido en 1961, sino del editor e investigador del género Lin Carter (competente escritor él mismo), y permite obtener una visión de conjunto de este mundo imaginario. Zothiqe es una tierra ya moribunda repartida en naciones, reinos y territorios cuyas culturas se encuentran en un estado de decadencia y desintegración moral. Un estado cercano a los últimos grados de petrificación de la “Zivilisation” spengleriana. No hay en este mundo una señalada diferenciación de pueblos desde el punto de vista racial, como sí la hay en Robert E. Howard, ni especies vivientes enfrentadas en conflictos morales como en Tolkien. La homegeneidad de la humanidad que presenta Clark Ashton Smith viene marcada por la misma capacidad para el mal, la lujuria, la indiferencia ante el dolor ajeno, la avaricia y la ambición personal. No hay en este mundo horizontes de salvación personal ni colectiva como en la Tierra Media, ni enfrentamientos épicos significativos. Los pueblos se extinguen víctimas de epidemias o de su propia degradación y lasitud, conjuntamente con la extenuación de sus familias gobernantes. En un relato concreto, el lector se puede encontrar con que el olvido y las arenas han sepultado las ciudades que fueron esplendorosas en las historias relatadas en cuentos anteriores. La impresión que causa la recopilación de estas narraciones en un volumen es vívida y poderosa: pesan en el lector las aterradoras elipsis que separan como hachazos un relato y otro, con sus personajes propios, tan diferentes entre sí. Las elipsis pueden abarcar siglos, y el lector sabe que entre medio han tenido lugar sucesos catastróficos: extinciones, hambrunas, pandemias… los países populosos son desérticos ya unas páginas más adelante. Mientras tanto, los cetros pasan de mano en mano y la preeminencia de una nación se diluye y pasa a ser atributo de otra. Sólo perviven la maldad intrínseca de la existencia y el estupor que provoca. Una pesada nube de ensimismamiento concupiscente parece cernirse sobre cada reino, carente casi de ambiciones como no sean (muy desteñidas) las de aferrarse a un poder que también aburre: se trata de los inciensos enrarecidos que Clark Ashton Smith ha aprendido a respirar de Swinburne o de Huysmans, la tradición literaria de la cual su estilo proviene de forma directa, a mi juicio, con Poe como modelo de construcción de la pequeña máquina de escalofríos contenida en pocas páginas. Así, “La isla de los torturadores”, ofrece una versión muy personal del argumento que Villiers de L’Isle-Adam dio a la luz (o a la tiniebla) en un famoso relato de horror decimonónico: La tortura de la esperanza… con añadidos argumentales enmarcando el planteamiento original del escritor francés y con el despliegue de una imaginería muy personal del californiano ornando la trama. El motivo de la vampiresa, la lamia que un día fue mujer amada y que retorna convertida en monstruo, aparece en “La muerte de Ilalotha”. Con este argumento entre las manos, Smith parece saltar sobre las versiones cercanas heredadas de Poe retornando al origen del tema, y acercándose al poema “La novia de Corinto” de Goethe.
(Continuará...)
(Una de las misteriosas esculturas de Clark Ashton Smith, entronizada sobre un ejemplar de su obra maestra.)
5 comentarios:
Me ha gustado mucho la semblanza de este magnífico autor, autodidacta, visionario de paraísos e infiernos oníricos, cuya lectura deja para siempre un poso dulcemente macabro.
Descubro, gracias a tu ensayo, conexiones que desconocía con la obra de Villiers de l´Isle-Adam y me complace volver a oír mencionar a Lord Dunsany, creadores tan olvidados hoy día.
Se agradece esta memoria y reconocimiento.
Me siento con ganas de releer mi amarillento ejemplar de Zothique, que ahora tengo en las manos y casi por propia voluntad se abre por una página marcada hace más de treinta años...
"Soñando cuando duermo -musitó Valzaín-, he abrazado súcubos que eran más que la carne, he conocido placeres demasiado fuertes para que el cuerpo consciente los soporte. ¿Tienen alguna fuente esos sueños, aparte del cerebro ligado a la tierra ? Daría mucho por encontrar su origen, si es que existe. Mientras tanto, no me queda nada más que la desesperación".
(Morthylla)
"... -Tan joven... ¡y ya tan cansado!" le contesta su rijoso maestro...
Gracias, Lola, debo declarar que es gracias a ti que yo conozco a este escritor. Tú me pasaste cuando tenía 12 o 13 añitos el libro ZOTHIQUE. Se me quedó en la memoria "La muerte de Ilalotha" y "El amo de los cangrejos", con aquellos crustáceos crueles que amontonaban lonchas de carne humana en la playa. Ya no he vuelto a mirar a un cangrejo con los mismos ojos ¡Poder de la fantasía!
Aviso a navegantes y náufragos: Maravillosa sigue siendo la página web de mi prima Lola:
http://www.fotocommunity.es/pc/account/myprofile/1126824
La tenéis entre mis enlaces fijos.
No viene a cuento, pero gracias por la "recomendación" de nuestro querido Yor. La escudriñaré "atentamente"...
Un abrazo.
Muchas gracias, Angel. Ya veo que sigues visitando mi espacio en FC.
Ha sido toda una sorpresa ver la escultura que adjuntaste al artículo, pues desconocía por completo esta interesante faceta del autor. Me devuelves con creces el libro que te presté.
Un gran abrazo.
Aviso a nautas: 39 se refiere a la delirante película "Yor,el cazador que vino del futuro".
Increíble la de cosas diversas que pueden hacerse en los mismos lugares en los que Pasolini filmó su "Medea"...
Publicar un comentario