viernes, 31 de diciembre de 2010

Un inédito para el nº 96 de TURIA


Quiero agradecer al poeta Juan Antonio Tello su invitación para participar en el último número de la revista TURIA (de la que también es redactor) con un poema inédito. Y también agradezco a Raúl Carlos Maícas (fundador y director de TURIA) su gentil carta.
Incluye poemas, entre otros, de José Viñals, Luis Antonio de Villena, Jesús Ferrero, José Luis Reina Palazón, Roger Wolfe, Fernando Aínsa y Luisa Miñana.
.
Éste número resulta ser de excelente contenido, y me alegra encontrar aquí muchas firmas que ahora no son ya para mí solamente firmas conocidas, sino amigas.
Contine un dossier dedicado a Miguel Labordeta con diversos artículos entre los que destacan los de Alfredo Saldaña, Ignacio Escuín, Ángel Guinda y Miguel Ángel Longás.
En el resto de artículos aparecen las firmas de Juan Bonilla, Eduardo Moga, Almudena Vidorreta, David Mayor, Miguel Serrano Larraz (acerca de La herida es el comienzo, de Ortiz Albero), Jesús Jiménez (acerca de Arar, de Ángel Gracia) y José Luis Gracia Mosteo (acerca de Luis Alberto de Cuenca).
.
Mi poema en este número se titula Poema de odio (título provisional) :
"Sucedo en cada instante de tu vida futura."
(páginas 162-163)

jueves, 30 de diciembre de 2010

Calabazas en el trastero: Zaragoza Negra

Esta truculenta cubierta corresponde a la antología Calabazas en el trastero: Zaragoza Negra, recién publicada por "Saco de huesos ediciones" (http://www.sacodehuesos.com/). En ella aparece un relato mío, en su primera versión, correspondiente a un proyecto personal más amplio que acaso un día se vea concluido.
Gracias a Juan Ángel Laguna Edroso, a Saco de Huesos y a Nocte (Asociación española de escritores de terror) por su invitación a participar en el libro.
.
http://ociozero.com/foro/19460/fuera-de-coleccion-calabazas-en-el-trastero-zaragoza-negra
La antología está compuesta por los siguientes relatos (por orden alfabético):
.

Billete mortal (Roberto Malo)
El hombre de octubre (Blanca Libia Herrera)
El tercer sitio de Zaragoza (Rubén Serrano)
La chica del puente (David Jasso)
La invasión (Ángel Sobreviela)
La muerte ronda cerca (Marco Maldonado)
Las fauces de Zaramorta (Juan Ángel Laguna Edroso)
Presentimiento (Julio Blanco García)
Sacerdotisas para morir (Eduardo y José Antonio Prades)
Sed (Fermín Moreno González)
Seguros Alba Eterna (Victoria Trigo Bello)
Teseo y el Minotauro (Óscar Bribián)
Zaragótica (Cristina Ruberte-París)

.
La ilustración de portada es obra de Martín de Diego Sádaba.
_____________

Nada mejor para inaugurar esta resurrección de blog. Este blog zombi vuelve a la vida con las facultades mermadas: tal vez no sea tan locuaz como antes y sus moviminetos resulten más lentos y torpes. A pesar de ello, renqueante, echa a andar...

sábado, 3 de julio de 2010

lunes, 21 de junio de 2010

Fernando Burbano en la Tertulia de la Asociación Aragonesa de Escritores

Nueva lectura y último encuentro con los poetas de Caesaraugusta. Cerramos la temporada con FERNANDO BURBANO, "el del grito potente". Seguramente le gustará el apelativo a este consumdo re-animator de figuras míticas. Tal vez podáis conseguir en algún lugar su libro más emblemático, Resistencia a la rodadura, pues la justicia poética y la que no es poética claman por su reedición.
Dejé por aquí un artículo sobre Burbano, junto a su gran poema El lienzo de Penélope:
Angélica Morales le entrevistó para el blog de la AAE aquí:
.
"Soy de la opinión de que un libro cerrado es un paradigma de la inutilidad más manifiesta, hago pues lo posible por redimirlos de ella."
F.B.
___
Miércoles, 23 de junio de 2010,
a las 19:30 horas,
en la sala polivalente de la Biblioteca de Aragón.

viernes, 4 de junio de 2010

"El rectángulo negro", publicado en el nº 3 de la revista IMÁN

Este sábado 5 de Junio, se presenta el nº 3 de la revista IMÁN, la nueva revista de la AAE (Asociación Aragonesa de Escritores). La presentación tiene lugar en el seno de la Feria del Libro 2010, y en el interior de la carpa oficial habilitada en la plaza Santa Engracia.
En el apartado "Creación" se publica mi relato El rectángulo negro.
.
"Tras unos segundos de silencio, con los ojos bajos y las cejas fruncidas, aquel hombre acorralado echó a andar con pasos largos y nerviosos de un lado a otro de su estrecha estancia, cerrada desde dentro. Llegaba a un extremo, giraba ágilmente sobre el talón de su bota y se daba la vuelta. Aquel era el último lugar del mundo al que había llegado y de donde, quizás, no saldría jamás. Su camino terminaba allí."
.
(IMÁN, nº 3, p. 127)

lunes, 17 de mayo de 2010

Miguel Serrano Larraz en la Tertulia de la Asociación Aragonesa de Escritores


Nueva lectura poética y charla con el poeta. En esta ocasión tenemos como poeta invitado a MIGUEL SERRANO LARRAZ. Autor de LA SECCIÓN RÍTMICA (en poesía) y de ÓRBITA y UN BREVE ADELANTO DE LAS MEMORIAS DE MANUEL TROYANO (en narrativa).
LA SECCIÓN RÍTMICA es una logia de bustos, un muestrario de figuras representativas del jazz... pero lo más importante consiste en que su público lector no ha de ser necesariamente el experto en jazz. Aquí desfilan como sombras dantescas personajes que hablan, en su mayoría, desde la inmovilidad del "montaje final" pasoliniano. Expresan su realidad última antes de sumirse de nuevo en la nada. Sólo algún espíritu despistado (tal vez por lo vivo) como el de Keith Jarrett, regresa en su ronda, caminando por esta ultratumba (infierno o purgatorio, no se sabe) de círculo único.
.
"Sumérgete en el humor
porque al fin y al cabo sólo tú
-sólo tú, escúchame bien-
has oído tu propia risa detrás de los acordes.
.
El público entiende el chiste, pero no la risa"
.
(Poema de "Fats Waller", p.9)
_______
.
"Sillas, mesas, armarios. Un lavadora, un frigorífico. Yo vi una araña en una esquina."
.
(ÓRBITA, p.66)
__________
.
Fecha: miércoles, 19 de mayo de 2010
Hora: 19:30 - 21:00
Lugar: Sala Polivalente de la Biblioteca de Aragón, C / Doctor Cerrada, nº 22

sábado, 24 de abril de 2010

La virtud que hace regalos

(La Adoración de los Magos, de Leonardo)

En esta semana, la presentación del libro de Ángel Gracia ARAR, el encuentro poético de la Bibloteca de Aragón, y la charla de ese día con la autora Brenda Ascoz, me han puesto de buen humor. A esto se añadió, el jueves por la noche, una nueva cena con los poetas jóvenes de Caesaraugusta, confidencias, risas y fotos chulas. Esta ciudad ha dado ya una buena floración. Ahora queda que dicha ciudad sea consciente de ello.

El hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Y en tiempos de tormenta las ramas fustigan el aire y no son acogedoras. El manto púrpura se retira, discretamente, de la cercanía de aquellos comediantes cuya presencia en el séquito parece más superflua. El poeta intenta hallar su lugar en el mundo, allí donde pueda seguir dando en sacrificio, ante todo, su tiempo (y sin emplearlo de manera preeminente en la tarea de construirse su lecho de reposo bajo la tierra, como en el poema "Amarrado" de ARAR), aunque para ello necesita de que alguien le recargue también ese tiempo suyo, y pueda asegurarle que no será expulsado extra-muros por innecesario o como carga incosteable.
_________

“El estamento de los poetas había gozado siempre de gran fama en la Marina. Se los tenía por donantes libres y el don de hacer versos era visto como la fuente de la plenitud. (…)

Nadie era allí tan pobre que no pudiera enviar los primeros y mejores frutos de sus huertos a las cabañas de los pensadores y a las ermitas de los poetas. En la Marina podía vivir entregado al ocio, de una manera pobre, desde luego, mas no indigente, todo aquel que en ella se sintiera vocado a servir al mundo con el espíritu. Tanto los que cultivaban los campos como los que cultivaban la palabra consideraban como su modelo la antigua sentencia que dice: “Los dioses nos dan gratis las cosas mejores"."


(Ernst Jünger, Sobre los acantilados de mármol, ed. Círculo de Lectores, pp.63-64)


sábado, 17 de abril de 2010

Brenda Ascoz en la Tertulia de la Asociación Aragonesa de Escritores

Nuevo encuentro con un poeta de esta ciudad. En esta ocasión se trata de una voz particularmente representativa, a mi modo de ver, de las mujeres jóvenes de su generación: Brenda Ascoz.
Quienes la conocemos, creo que somos de la opinión de que Brenda compone, con cada poemario o cada relato o cada proyecto, una obra que es una rosa de los vientos apuntando hacia todas las direcciones... incluso hacia más de las que pueda sospechar la propia autora.
Junto a los dos libros de poesía de los que hablaremos con ella extensamente el miércoles (En ajeno, ed. Chorrito de plata, y Ecorché, ed. Eclipsados), nos encontramos también con pasos firmes y reconocidos públicamente en la senda de la narrativa. Destacaré su relato La voz de Lady Rowena, publicado en el nº 12 de la revista universitaria "Eclipse" (Junio 2009), dedicado a la temática del "silencio" como presencia-ausencia literaria.
El tema principal del trabajo de Brenda, hasta la fecha, es el de la lenta y dificultosa construcción de la identidad, en medio del fuego cruzado de las miradas e interpretaciones ajenas, del propio eco y el de la voz de los otros.

"(brenda)

me arrastra mi nombre.
como arrastra la cometa
al carrete
del hilo que vuela

sólo cuando la cometa
revienta contra el suelo
me encuentro a su altura "

(de En ajeno, ed. Chorrito de plata, 2007, p.12)

"El eneque no aguardó a que despuntara el nuevo día para mostrar las habilidades que le permitía su original naturaleza. Mediada la noche, salió del laboratorio -cuya entrada no le había prohibido Lady Rowena por reconocerlo inútil,- y anduvo por la casa dejando pequeñas señales que reforzaran la impresión que, él sabía, había causado, tanto en la enana como en el eco..."

(La voz de Lady Rowena, revista "Eclipse", nº12: El silencio, p. 104)
Sirva este pasaje también como homenaje a la extraordinaria revista ECLIPSE, que dirige Almudena Vidorreta y cuyo próximo número aparecerá en breve, en Junio seguramente.
__________
Fecha del encuentro: miércoles, 21 de Abril de 2010
Hora:19:30 - 21:00
Lugar:Biblioteca de Aragón (Sala polivalente), c/ Doctor Cerrada


Promueven y coordinan estas tertulias los poetas Emilio Quintanilla Buey y Ángel Sobreviela.

viernes, 16 de abril de 2010

"Arar", de nuevo Ángel Gracia

(También quiere estar en vuestra casa)


“Sabe rezar quien bien ama
al hombre, a la bestia y al pájaro”
COLERIDGE.


Ángel Gracia nuevamente. ARAR, se titula el libro (ed. Prames, y acaba de salir). Erial, Fiemo, Sementera y Laya son las partes de este discurso. La naturaleza nos otorga aún el papel pautado donde escribir nuestra música.
La condición humana es condición mortal (vivir se conjuga en condicional). Pensar supone sentenciar nuestro yo, saberlo condenado: “vivos y muertos eran gemelos”. Ni todas las lecturas del mundo nos separarán ni un centímetro del mismo destino que aguarda al labrador sin libros. En nuestra carne se inscribe nuestra condena, aunque también muchos de nuestros goces, como el de “simplemente” contemplar.

Vivir es contemplar la vida, ser testigo de “un deshacerse y un rehacerse”, exactamente como delante del poema (propio o ajeno, pues leer es como escribir y viceversa, ya lo sabemos o deberíamos saberlo); como ante la sucesión de los poemas propios y los de los otros, donde “las partículas sin centro entrechocan” (primer poema del libro) y hacen inevitables los fenómenos. Éstos son reales y lo son también cuando sobreviven en el poema, en el libro.
Los dos poemas iniciales de ARAR son dos jambas, pórtico necesario que explica también la autosuficiencia de todos los libros o ésa a la que aspiran los mejores de entre ellos. El libro no leído, no leído ya o no leído nunca, está ya cerrado y organizado justamente como un organismo.

La muerte nos ciega, o debería hacerlo. ¿Qué mirar después de haber mirado la muerte? Esto nos preguntamos cuando nos vemos de vuelta de todo: “De vuelta” es el poema de la página 17. La respuesta se nos plantea antes de la pregunta, justo en el poema anterior, y ahí la tenemos si hemos sabido registrarla en el ánimo.
El océano de lo que ha sido rodea lo que aún es. Los muertos están todos en el mismo lugar, pero no se conocieron en vida (la distancia geográfica es como la de las eras) y del mismo modo se desconocen en la muerte. No obstante, todos cantan en el mismo coro, y ésta tal vez sea la imagen que se dibuja en el lector al leer el poema “Donde deben estar” (p. 16). Algunos fueron “deshuesados, prensados” por la historia, ofrenda sangrienta no del vivir, sino de los proyectos de vivir de una manera determinada y propia. La rima de este tema se encontraría en el poema “Ciclo”, de la página 45. Pesa dolorosamente en el lector la constatación de que, al igual que la muerte (incomprensiblemente) no nos ciega, “Los que dieron muerte volverían hacerlo” (p.18). Pero esto es historia, y se sale del marco de un libro que es fundamentalmente campesino, y que por tanto vive fuera de la ciudad y de la historia, como diría Spengler.

Lo dado-lo asumido-lo vivido- lo trabajado.
El viaje es siempre desde un dolor hacia otro, y el “otro” es siempre reflejo del propio existir maltrecho: “El hombre va” (p. 19).
La muerte no detiene el tiempo sino que es una permanente duración del mismo, esto también se nos recuerda (p.17), al igual que la ceguera nos predice antes de tiempo (del fin de nuestro tiempo) dónde va a acabar todo.
Entre tanto, la muerte rodea lo vivo. Pero esto último, cuando muere, no conoce una única muerte común. Porque no hay muchos ríos volcados manriquianamente en un solo mar, sino todo lo contrario YA: “Hay un río fluyendo hacia todos los mares” (p.27).
No hay un todo mayor que la suma de sus partes, y la luz puede existir más allá de los colores que aviva e incluso más allá de su blancura (“Credenciales”). Sobre esto volveremos luego. También páginas adelante, camino arriba, se habla de “separar los días de su luz” (p.46).

Si el Erial es lo dado, lo que hemos recibido como legado al abrir los ojos, (hay un poema que precisamente se titula “Dador”), el Fiemo es la sucia lección de la experiencia, asunción de lo vivido… los Cantos de experiencia. Su segundo poema es una “Lección matinal”. Mirar y asumir lo que se pudre. Excursión con el padre. Arranca la biografía.
Y es que lo vivo requiere el testimonio, lo pide a su manera. Así, el poeta retrata a su padre (pp. 30-31), es testigo de las cabriolas del “Treparriscos” (p.32), y en el único poema de amor del libro (tan púdico que apenas se reconoce como tal), los amantes se abrazan “espiados por las entrañas de la rosa” (en imagen muy eliotiana), por la sustancia primordial que nutre todo lo natural vivo.


¿Pero en qué cree Ángel Gracia?
¿Lo animal nos dará lecciones sobre cómo morir? (“Hebras de heno”, p. 29). Sin embargo el hombre es capaz de pensar, algo que la naturaleza no puede hacer respecto a sí misma y consigo misma, y parece que Ángel Gracia es consciente de ello en “Atajos”. Tal vez profundice en ello con el tiempo. “A veces mueren objetos que pertenecían al pensamiento” se dice en “Credenciales”(p.25). Es cierto que hay pensamientos que se nos mueren dentro como mascotas, pero hay también órdenes de pensamientos que se extinguen como especies enteras. Sólo el hombre puede imaginar que el río remonta su corriente y regresa hacia su origen, en metáfora nuevamente eliotiana; los harapos del río son aquéllos que cubría Hölderlin (los que le encargamos cubrir) unas páginas antes. Hölderlin… quien creía estar en el secreto de todas las abundancias, como Stefan George después.

Pero hubo que interpretar también el papel de Celan para saber lo que es la mendicidad. Ángel Gracia conoce sus limitaciones: hay un río invisible que une la tierra, sus hojas, y el cielo a través de las lluvias muy altas. Este poema es muy importante, como lo es todo pensamiento que llega, conoce y reconoce sus límites. Hölderlin es un niño eterno que aspira a ser rayo y río: el río puede ser el Rin o el Ebro… “que sepa estar en pie bajo el rayo”, decía nuestro hermano… ¿Os acordáis? Ser río es algo que para el poema de hoy es problemático: “No sé cómo trazar el río”, “No sé cómo ser río” (p.41).

Este Ángel no concibe habitar más allá de lo que no sea vida: “los destellos arrinconan el sol y lo abandonan” (“Torrentera”, p. 48). Lo iluminado vive ignaro de la luz. Ese “ser parte de la naturaleza” no es un abandono, también implica responsabilidad y coherencia, una consciencia de los límites, por lo menos. La naturaleza le habita como el sol habita la hoja y ve su interior: “Fuente”, p.48. La luz fluye invisible ya por sus órganos como a través de los troncos (en el poema “Fuente”, de la p.48, y en “Troncos huecos” en la 52). Ángel no cree en el “pitrayana”, la vía de los padres y de la rueda de aquello que vuelve siempre en la cadena de la carne: “Nunca regreses” (p.48)… Pero no nos dice nada del “devayana” o camino de la inmortalización. Es únicamente humano, y a su modo: “la mano no admite poda ni brote”, no desciende ni tampoco asciende, satisfecho de sí, aunque ésta sea una satisfacción nada autocomplaciente, difícil de conquistar, lograda sólo en la desembocadura, cuando la propia existencia es el delta del río, cuando se recogen los frutos (la desembocadura aparece en el poema “Frutos”, p.55). Este es un libro radicalmente positivo, que afirma y acepta.

Hacia la tierra y el humus se inclina el hombre para trabajar, la bestia para abrevar, el hombre y la bestia para yacer. Algo hay que faltaría en esta sucesión de erial-fiemo-sementera-laya: el sentido transversal que las cuatro partes atravesara, el significado que los ensarte. Pero no es Hölderlin quien nos habla, sino Scardanelli, ya cegado por la luz. De lo divino nada sabe Ángel Gracia o nada dice. Sobre la contemplación y las constataciones cíclicas del campesino o sobre el camino del nómada (camino siempre igual a sí mismo) no se funda la ciudad, pero ésta es tarea de otros libros.

En “Claridad”, la extinción es el desvanecimiento de lo vivo-visible, cuando la luz ciega en el contraluz y borra la silueta de lo vivo. “Me incendio de blancura” (p.60). Esto mismo vi en un documental sobre Gustav Mahler: en el momento de relatar su muerte prematura, se veía una foto fija del compositor sobre un fondo de cielo claro… De pronto, el rasgado de la cuerda orquestal, escalofriante, acompañaba a un emborronamiento de la imagen, donde la figura del músico se adelgazaba, devorada por la claridad del fondo hasta que ésta prevalecía en el marco de la pantalla borrando por completo la figura; la música alcanzaba entonces un armónico exultante y apacible a la vez.
Esto viene a cuento porque la realización puede coincidir con el fin, y para asegurar el puesto en la vida, la gastamos y ocupamos pronto nuestro sitial allá abajo: “Para cavar mi espacio en el subsuelo, / para alzarme, trabajo” (p.59)
El último verso de la obra, “Aro, camino sobe lo arado” (p. 61) es la declaración de humildad de quien quiere ser “blanco que labra / invisible en el blanco”, p.58, consciente de su caducidad.

El lenguaje de ARAR, es sutilmente diferente del de Valhondo y El libro de los ibones. Se torna más discursivo, es menos epifánico y más didáctico. Seguramente es debido al cultivo de la prosa por parte del autor (¡“ante las ruedas” es una expresión que aparece en la p. 46!).
Obra maestra.

(Otro artículo de este mismo blog sobre Ángel Gracia:

http://angelsobreviela.blogspot.com/2009/06/poetas-de-caesaraugusta-iv-angel-gracia.html)


Presentación de Arar:

Zaragoza, FNAC, Plaza de España,

martes 20 de Abril a las 20'00 h.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Monstruo


En estas fotografías puede verse a un habitante de Caesaraugusta a quien he conocido recientemente. Le puse por nombre Gromius. Él aceptó su nombre tras un momento de reflexión, y nos mostró su gratitud iluminando su semblante. La ambarina luz de la última hora diurna se hizo entonces más densa sobre el insólito fruncimiento de su sonrisa, como si una fina veta de sangre se cuajara en ella.
También quiso responder a la imposición de nombre bendiciéndonos a su vez, a mí y a la chica que me acompañaba, a quien sólo tuvo que mirar durante unos segundos para saber que era poetisa. ¿Pero qué son unos segundos para él? Por eso mismo me sorprendió la rapidez de sus deducciones. La señal de su bendición fue mostrarnos las yemas de sus dedos, que nunca llegaron a ser dedos humanos, pero sobre los que sí logró dibujar las huellas dactilares por las que, aparte de todo, nadie buscará reconocerle.
También nos mostró a la criatura a la que ha dejado vivir en el interior de su ojo, aunque no era necesario esto para darnos una pista acerca de su generosidad. Fue mi acompañante quien primero se apercibió que aquel ser redondo y blanco instalado en la agrietada cuenca era un caracol, y no un hongo como yo había creído al primer vistazo.

PRO AETERNA PAGANITATE.


“La entrega a las formas irracionales, barrocas y extravagantes de la naturaleza produce en nosotros un sentimiento de concordancia entre nuestro interior y la voluntad que las ha producido. Nos sentimos tentados a creerlas caprichos nuestros, creaciones propias; vemos vacilar y disolverse la frontera entre nosotros y la naturaleza, y adquirimos conciencia de un estado de ánimo en el que no sabemos si las imágenes en nuestra retina provienen de impresiones exteriores o interiores”.

(Hermann Hesse, Demian, Alianza Editorial El libro de bolsillo, p.130)

(Las huellas dactilares de este ser)

(Habitante en el habitante)


(Gromius)

sábado, 13 de marzo de 2010

Dolan Mor en la Tertulia de la Asociación Aragonesa de Escritores

Se avecina una nueva lectura poética y charla con el poeta en la Biblioteca de Aragón, dentro de la Tertulia de la Asociación Aragonesa de Escritores.

En esta ocasión tenemos como poeta invitado a DOLAN MOR (nacido en Cuba en 1968), autor, entre otros poemarios, de El plagio de Bosternag (2004), Las historias de Jonathan Cover (2005), Seda para tu cuello (2006), Nabokov’s Butterflies (Premio de Poesía Delegación del Gobierno en Aragón, 2007), Los poemas clonados de Anny Bould (Premio Miguel Labordeta de Poesía, 2007), El libro bipolar (Premio Santa Isabel de Portugal, 2008) y La novia de Wittgenstein (Premio Internacional Barcarola de Poesía, 2008).
Disponéos a preguntarle de todo. Ya habéis tenido tiempo de estudiaros La novia de Wittgenstein, recientemente publicado.

Dolan es autor de una amplia “work in progress” en proceso de ramificarse sin cesar. Los frutos que cuelgan de este árbol genealógico en crecimiento son los personajes que crea, heterónimos cautivos en cada uno de sus libros, poetas imaginarios autores de sus propios versos y encerrados en cada volumen como mensaje en botella de náufrago. Son Bosternag, Granivan, Anny Bould o los extraños y groseros ciudadanos de la inexistente Parlitte. Todos están ya muertos cuando el lector adquiere un libro de Dolan, y sólo en sus breves páginas serán ya recordados. Es difícil decir en un artículo de simple información de eventos por qué lo que escribe Dolan es tan importante y animar a su lectura. Dicha lectura no es necesaria únicamente para encontrarse y departir con estos personajes estrambóticos que se dibujan como el jirón del humo de una pipa para luego desvanecerse en la nada, al estilo de ese “pájaro cenicero” que nos describe el autor en Nabokov’s Butterflies (p.51)… lo es también para dejarse mecer y guiar por la corriente de un estilo preciso y equilibrado, un fraseo de una rara pureza. La profundidad descriptiva, la técnica de creación de ambientes con la que nos sumerge en el mundo de sus antihéroes, puede ser ejemplificada con esta visión del cementerio donde yace (pero no reposa) Bosternag:

“Por las calles de polvo pasa un río de piedras
que lleva entre sus aguas fragmentos de la Historia”
(El plagio de Bosternag, p.46)

Pocas veces ha aparecido en mi imaginación lectora, con tal nitidez y perspectiva simbólica, la visión de un camposanto.

O la acertada vivencia, tan nuestra, tan cercana, de

“los bancos que crecían a orillas del canal”
(Nabokov’s Butterflies, p.18)

O bien, en su último libro recién publicado, la siguiente estampa:

“igual que cae el sonido
de la fuente en la nada
en un parque en la calle
así se oye mi voz
en medio de este cuarto
con la luz apagada”
(La novia de Wittgenstein, p.25)

¿Novia de Wittgenstein? La confrontación entre lo masculino y lo femenino, entre personajes macho y hembra, es otra preocupación de Dolan y se hace patente en el libro evocador de mariposas que (nunca) escribió Robert Granivan, en concreto en el poema sobre Paolo y Francesca (Nabokov’s Butterflies, p.19), clásica pareja que aquí no vuela en abrazo eterno, ni juntos leen el Libro de Galahot, segunda parte del Lancelot en prosa, sino que se enfrentan incruenta e irónicamente en un juego de naipes.
_____________

“(…)
Las palabras que uso fueron trajes usados por millones de bocas
(…)
Sin embargo, una cosa en el mundo me conmueve
y no logro atraparla con la red de mis versos:
la certeza en la duda, la duda en la certeza
de saber que ignoramos lo poco que aprendimos
en siglos anteriores, apenas con los ojos mojados
por la luz que miente cada día al señalar
el tiempo y el espacio infinitos, que acaban a lo lejos,
debajo de mi pecho, tan mortal como el tuyo.”
(El plagio de Bosternag, p. 12)

Así reza el primer poema del primer libro publicado de Dolan, el acorde germinal de su obra.
______________
Fecha: miércoles, 17 de marzo de 2010
Hora:19:30 - 21:00
Lugar:Biblioteca de Aragón (Sala polivalente), c/ Doctor Cerrada
Promueven y coordinan estas tertulias los poetas Emilio Quintanilla Buey y Ángel Sobreviela.

viernes, 19 de febrero de 2010

Clark Ashton Smith, el brujo olvidado ( II )


(The Nameless Entity, por C.A.S.)

3. Estilo

Nada resulta tópico en los relatos de Smith. Nada veremos de cuanto imitadores y epígonos han convertido en lamentable lugar común repitiendo esquemas y explotando las visiones de un par o dos pares de maestros. Clark Ashton Smith no tuvo seguidores ni tampoco demasiados lectores. Es el más escalofriante de los callejones sin salida de la literatura fantástica junto al genial Alfred Kubin.
No es sólo un acierto de Lin Carter, el primer editor conjunto del ciclo de Zothique, sino una necesidad estética, el hecho de que la primera narración que invada la mente del lector nada más abrir el libro sea la titulada “Xeethra”. Este texto da el tono y sitúa nuestra imaginación en el punto donde se disipan todas las coordenadas. Asistimos en estas páginas iniciales a una fuga psicogénica donde la personalidad de dos personajes diferentes se superpone una a la otra alternativamente ¿A qué fantasmagoría estamos asistiendo? Cuanto se nos relata en esa historia tiene lugar en la fantasía de un personaje, pero no alcanzamos a verificar si se trata de un vagabundo que sueña con ser un rey o un rey que sueña con la posibilidad (en parte acariciada) de ser un indigente sin patria.
En los mundos de Clark Ashton Smith no existe la firme seguridad ética y metafísica de Tolkien, tan primorosamente construida y descrita. Los horrores sobrenaturales no poseen la alteridad totalmente desprendida de lo conocido que Lovecraft analiza y, en ocasiones, incluso describe científicamente: muy al contrario, los terrores inhumanos son, pese a todo, alarmantemente humanos, teñidos con toda la turbiedad de las flaquezas y fealdades que manchan la naturaleza humana.
La narrativa de Smith bloquea constantemente la identificación emocional del lector con lo que está leyendo. La distancia es infranqueable y angustiosa. Aquí no hay un héroe espada en mano al que seguir a través de peligros y regiones desafiantes, ni existe la seguridad que proporciona el tono narrativo heroico. Difícilmente un lector podrá o querrá identificarse con los protagonistas de Smith, que suelen ser pérfidos y maliciosos, o bien seres bufonescos e imperfectos, Calibanes que fracasan estrepitosamente en sus apuros y trabajos cuando no padecen un final catastrófico, horrible y sin gloria (“El tejedor de la tumba” es dolorosamente ejemplar en este sentido). La linealidad de la narración de aventuras resulta también anulada. De este modo, su obra se aleja de los planteamientos que forjó su amigo Robert E. Howard, creador de Conan el bárbaro, y que tanta fortuna posterior han tenido, en especial para ser imitados.

Ashton Smith es un consumado estilista, autor de una prosa muy superior a la de sus amigos Howard y Lovecraft. Le asiste el fino humor, la intensidad poética en la expresión y en la cadencia de su fraseo, el sentido de la fría distancia emocional frente a sus historias y personajes, la dosificación hábil y cruel de la información, y la sólida construcción interna de cada relato (funcionando a un ritmo milimétrico). Y por encima de todo, la imaginación siempre variada y nunca igual a sí misma de sus argumentos, jamás repetitivos. Destaca también por la originalidad de su imaginería: los decorados, vestuarios, objetos, simbología… todo ello dotado de un realismo embelesante. Somos conscientes de que cada elemento de los escenarios, cada utensilio mencionado, son algo próximo y cotidiano para los personajes: tienen las huellas del uso. Y el autor jamás se abandona a una fácil confianza en la inercia del lector, en todo cuanto éste puede dar como supuesto a partir de lecturas semejantes.

La construcción de ambientes recurre a la fijación emocional de sensaciones fuertemente visuales e incluso táctiles:

“El edificio estaba construido en una piedra extraña, del tono púrpura
negruzco de la podredumbre carnal, una piedra que rehuía el ardiente brillo del mediodía y la prodigalidad de la aurora o la gloria del ocaso. Era bajo y no tenía ventanas, en la forma de un mausoleo monstruoso. Sus puertas bostezaban sepulcralmente en la penumbra de los cedros.”
(El dios de los muertos)

Apenas existe el locus amoenus, y todo reviste el mismo matiz ominoso. Así es descrita la casa-ermita de huesos donde habita el simpático y moralista anacoreta Sabmón:

“Durante dos generaciones había vivido solo en una curiosa casa al borde del desierto septentrional de Tasuun: una casa cuyo suelo y paredes estaban construidos con grandes huesos más pequeños de perros salvajes, hombres y hienas.
Estas reliquias óseas, escogidas por su blancura y simetría, estaban unidas
estrechamente por correas bien curtidas y encajaban unas en otras maravillosamente, sin dejar ni un espacio por donde pudiese penetrar la arena transportada por el viento. Esta casa era el orgullo de Sabmón, que la barría diariamente con una escoba de cabello de momia, hasta que brillaba tan inmaculada como el marfil bruñido, tanto por dentro como por fuera.”
(La magia de Ulúa)


Sus decorados son siempre agitados y dramáticos. Nunca producen la impresión de lo prefabricado y siempre dan que pensar, sembrando la sospecha de ocultar trasfondos inimaginables. En tales ambientaciones han acaecido muchas cosas, ha quedado la huella de su tiempo propio, que Smith sabe hacer llegar a su lector, dotándolas de una rotunda realidad dentro de su inverosimilitud:

“Pronto llegó ante el gigantesco cráneo de una increíble criatura, que
reposaba sobre el suelo con órbitas que miraban hacia arriba; detrás del
cráneo se hallaba el apilado esqueleto del monstruo, bloqueando
completamente el paso. Sus costillas estaban semiincrustadas en las
estrechas paredes, como si se hubiese arrastrado hasta allí y hubiese muerto
en la oscuridad, incapaz de retirarse o de seguir adelante.”
(El último jerogífico)


Y más adelante, en el mismo relato, un giro expresivo crea una naturaleza propia en el decorado, respondiendo tal vez a una lógica arquitectural desconocida y una voluntad oculta no descifrada en la trama:

“La casa era un lugar de largos salones vacíos, tortuosos como los pliegues de una concha marina.”

La verosimilitud aludida desciende hasta los detalles estremecedores, resaltando lo vívido de cada pesadilla brotada de la insania de Zothique. Así, cuando tras ser sometido a tormento, el enflaquecido protagonista de “La isla de los torturadores” ve cómo su verdugo le despoja de su anillo:

“El anillo se desprendió fácilmente del arrugado dedo”.

La poderosa imaginación del narrador se proyecta hacia la descripción de estados psicológicos imposibles. ¿Cómo piensa un monstruo o un insecto? ¿Y cómo puede sentirse un ser devuelto a la vida y que arrastra de nuevo su cadáver sin voluntad por el mundo? En una de las mejores piezas de Zothique, “El imperio de los nigromantes”, los dos oportunistas y ambiciosos hechiceros que lo protagonizan se servirán de los muertos redivivos para prosperar. Expulsados como judíos errantes de ciudad en ciudad, comienzan por resucitar los esqueletos de unos caballos y el de un hombre en el desierto: éste será su primer servidor. Las osamentas de los caballos les servirán de monturas para llegar a la capital del reino muerto en el que se cebarán sus ambiciones:

“Los instrumentos de cuerda eran tañidos para su deleite por las
macilentas manos de emperatrices de dorado cabello que habían salido sin
mácula de la noche de las tumbas. A las más hermosas, a las que la peste y
los gusanos no habían estropeado demasiado, las tomaron como amantes y
las obligaron a complacerles en su necrofílica lujuria.”
(El imperio de los nigromantes)

(Los nefastos Mmatmuor y Sodosma, seguidos por su séquito de muertos-esclavos, llegan a su futuro hogar en la ilustración de esta bella cubierta para Zothique)


Allí es devuelto al aire vivo un desdichado príncipe:

“El último y más joven de los emperadores de Nimboth era Illeiro, que murió durante el primer mes de la plaga y había descansado en su gigantesco mausoleo durante doscientos años antes de la llegada de los nigromantes.”

El cual contempla cómo su real familia es convertida en séquito de esclavos:

“Día tras día, como copero en los salones donde anteriormente había
gobernado, Illeiro veía las hazañas de Mmatmuor y Sodosma. Vio sus
caprichos crueles y lujuriosos, su creciente ebriedad y glotonería. Los vio
revolcarse en su lujuria necrofílica y volverse toscos y rudos con la indolencia y la indulgencia. Descuidaron el estudio de su arte y se olvidaron de muchos de los conjuros; pero todavía gobernaban, poderosos y formidables, y recostados sobre cojines púrpura y rosas planeaban llevar un ejército de los muertos contra Tinarath.
Soñando con la conquista y con mayores hechicerías, se volvieron gordos y
repugnantes como gusanos que se han instalado sobre unos restos ricos en
corrupción.”


Pero el punto álgido del cuento lo constituyen estas líneas memorables, que ilustran la condición de esta infortunada y perversa versión de Lázaro:

“Obligado con su gente y con sus padres a servir a los tiranos, Illeiro
reanudó el vacío de la existencia sin hacerse preguntas y no había sentido
sorpresa. Aceptó su propia resurrección y la de sus antepasados como se
aceptan las indignidades y maravillas de un sueño. Sabía que había vuelto a
un sol descolorido, a un mundo hueco y espectral, a un orden de cosas en los que su lugar era simplemente el de una sombra obediente. Pero al principio sólo le preocupaba, como a los demás, un vago cansancio y una indefinida necesidad del olvido perdido.”



La capacidad de sugerencias metafóricas que encierran sus moralejas propias no declaradas, no es ajena a estos relatos. Cuando el atribulado rey Euvorán se encuentra encerrado en una gran jaula como un ave, prisionero de las Aves parlantes, se señala:

“Así pasó la tarde, bajando hacia el mar, y el sol tocó a Euvorán con sus
parejos rayos y coloreó los barrotes de la jaula con una imitación del oro.”
(El viaje del rey Euvorán)


En este mismo relato, obra maestra de lo grotesco, hallamos una de las escenas más asombrosas en cuanto a invención fantástica que puedan leerse. Euvorán logra apuñalar al búho gigante que le sirve de centinela y salir de su encierro.

“De nuevo fue presa de la desesperación, pero siendo de naturaleza astuta
y resuelta, Euvorán pensó en otro plan. Con mucho trabajo y utilizando la
daga, despellejó al enorme nictálope y limpió la sangre de su plumaje lo mejor que pudo. Después se envolvió en la piel, con la cabeza del nictálope sobre su propia cabeza y unos agujeros para los ojos en la garganta por los que pudiese mirar entre las plumas. La piel se le ajustaba bastante bien a causa de su pecho saliente, y su barriga y sus delgadas canillas eran ocultadas tras las pesadas canillas del pájaro cuando caminaba.”


Es de sospechar que pocos momentos del género “fantasy” podrán ser comparables a este momento en el que Euvorán escapa de su jaula en esta hilarante y a la vez bellísima fuga, con el patético rey bajando de puntillas la gran escalinata y pasando entre sus plumíferos captores dormidos y encaramados en sus perchas, a diferentes alturas. Tiene lugar aquí uno de esos privilegiados instantes de la literatura en el que la ocurrencia de la imaginación es respondida de forma inmediata, eléctrica, por el regocijo absoluto del lector, aunándose razón, lógica, maravilla y comicidad.


No hay cronología fija ni finalidad última para este mundo, ni sentido oculto en su acontecer. El último relato del tomo, “El viaje del rey Euvorán”, declaradamente antiheroico y que sorprende por su refinada comicidad tras el tono sombrío de las narraciones previas, concluye con un rey que se pierde irremediablemente lejos de su reino, viéndose obligado a iniciar una nueva vida de mediocre simplicidad casi al otro lado del mundo, donde en ningún momento aguardaba la gloria al final del viaje. Este colofón y despedida final del libro, desdramatiza el conjunto y relativiza burlonamente el tremendismo de todo lo leído.

Si la violencia, la falta de seguridad trascendente y la crudeza de los argumentos y de la exposición de los hechos definen lo que se ha venido en llamar “fantasía oscura”, entonces la de Clark Ashton Smith es una fantasía negra, negrísima. Sus argumentos abundan en todo lo más hiriente para la sensibilidad: necrofilias varias, putrefacción, claustrofobias, dolor físico, traiciones, callejones sin salida… no hay en ello delectación morbosa sino un cinismo atravesado por el puñal de la amargura, el desencanto frente a todo lo humano.

(Inhabitante de Sithakkaloth)
____________________________________________


NOTA: aunque lamentablemente la obra de este escritor sea difícil de conseguir en nuestro idioma como papel impreso, debe mencionarse que sí es posible acceder a ella gracias a internet y a los formatos electrónicos que algunos admiradores de estos libros han tenido la feliz idea de propagar por la red. Con una sencilla búsqueda internáutica es posible hacerse con el libro Zothique en PDF. De este PDF, que circula por más de una web, se han extraído los textos antologados. Corresponden a la traducción de EDAF de 1978.
Para quien sólo desee un primer acercamiento a la obra del californiano, yo recomendaría tres de sus relatos:

“Nigromancia en Naat”:
http://elbardodelsigloxxi.blogspot.com/2009/11/los-cuentos-de-zothique-nigromancia-en.html

“El imperio de los nigromantes”:

http://elbardodelsigloxxi.blogspot.com/2009/11/los-cuentos-de-zothique-el-imperio-de.html

y “El tejedor de la tumba”:

http://elbardodelsigloxxi.blogspot.com/2009/11/los-cuentos-de-zothique-el-tejedor-de.html


(“Sin nadie que contemplase la gloria de su tejido, con la oscuridad antes y después, el Tejedor hiló la red final en la tumba de Tnepreez.”)


Aparte de los relatos de Zothique, existe una magnífica página web dedicada a Ashton Smith con una amplia sección en español. En esta sección el internauta arribará a una variada multitud de relatos de su autor, correspondientes a diversos ciclos y mundos (47 narraciones nada menos) y una valiosa selección de su mejor poesía (28 poemas), además de documentos raros como su sentida necrológica para Lovecraft. También incluye amplísimas galerías de fotos con las esculturas y dibujos de Smith, ilustraciones de otros artistas inspirados por su obra, fotos familiares del escritor y una selección de portadas de sus obras editadas en varios idiomas. Todo ello, en especial sus poemas, suponen algo muy difícil de encontrar si no es en internet:

http://www.eldritchdark.com/

http://www.eldritchdark.com/writings/translations/spanish/


(El elusivo Clark)



(Aspiración)

martes, 16 de febrero de 2010

Michael Moorcock cumple 70 años ( V, antología de textos y algunas vivencias )

Este que veis aquí arriba es Gaynor el Maldito, uno de los mejores personajes secundarios de su autor. Su ser ha quedado destruido por el Caos, no es ya sino una masa inestable que únicamente se sostiene blindada en su armadura, que es su andamiaje y su única forma corpórea. Su yelmo jamás se abre, sólo se atisban sus ojos tras el visor. Aparece por primera vez en los libros de Corum, y reaparece como todo un gran personaje narrativamente desarrollado en La venganza de la Rosa, donde acompaña a Elric en sus andanzas, aunque para pronto competir y enfrentarse con él. El príncipe de los condenados, como también se le denomina, es un ser atormentado que transita por los mundos invocando una muerte que no puede aniquilarle, sirve al Caos y al mismo tiempo lo cuestiona y se sabe su víctima. En las últimas novelas dedicadas al príncipe albino, aún no publicadas en España, Gaynor reaparece en pleno siglo XX como el mayor de las SS Gaynor Von Minct. Me encontré con el príncipe de los condenados por primera vez cuando era niño, (¡traumático encuentro!) en un cómic de “Conan el bárbaro” en el cual Elric y su mundo protagonizaban una aparición especial.

Ahora apenas albergo dudas de que Gaynor, aparecido por primera vez en público en 1971, es el modelo directo de Darth Vader (1ª aparición pública en 1977). En esta genial viñeta de Barry Windsor Smith se presentaba al personaje. Se nos muestra encajado, atrapado entre las exclamaciones de aquellos a quienes ataca, el bocadillo con sus propias palabras, el revuelo de su pesada capa, la maza que empuña, y una sección de su escudo donde exhibe las ocho flechas divergentes que son el emblema del Caos.

A la novela La venganza de la Rosa (1991) pertenece este hermoso pasaje sobre Gaynor:

“Sólo las hendiduras del visor aliviaban la suavidad del fulgurante acero, que parecía contener materia viva justo por debajo de su pulida superficie, una materia que fluía, se agitaba y parecía amenazadora.
Desde las hendiduras miraban un par de ojos que desplegaban un dolor colérico
que Elric conocía muy bien. No pudo identificar una sensación de estrecha
afinidad con el hombre cuando éste se acercó al fuego y tendió hacia las llamas
las manos enfundadas en guanteletes. La luz de la hoguera captó el metal y una
vez más sugirió que algo vivo había en él, atrapado dentro de él, como una
energía enorme, tan poderosa que se la podía observar a través del acero. Y, sin
embargo, los dedos se flexionaban y extendían como dedos de carne que se
calentaban y recuperaban la circulación, y el suspiro del extraño sólo expresó el
más simple de los consuelos.”


La viñeta que encabeza el presente post me lleva a recordar a los grandes dibujantes que han trasladado al cómic a los personajes de Moorcock: Philip Craig Russell (Elric), Mike Mignola (Corum) o Moebius (Jerry Cornelius).
Actualmente, Moorcock continúa en contacto y en colaboración con amigos suyos del mundo del cómic bien conocidos en España: Neil Gaiman, Alan Moore o Walter Simonson.

(Fantasy y Art decó: la adapatación al cómic de Elric de Melniboné por Philip Craig Russell)

Pese al éxito de las adaptaciones al cómic, la obra del novelista británico no ha tenido tanta suerte a la hora de alcanzar las pantallas cinematográficas. La anunciada adaptación de Elric al cine, producida por la Universal y que iba a ser protagonizada por Paul Bettany (muy acertada elección) se retrasa siempre. Esperemos que si el proyecto se pone de nuevo en marcha, al menos se elija a alguien del estilo de John McTiernan para la dirección.
A pesar de todo, se realizó una película en 1973 basada en El programa final, la primera novela de Jerry Cornelius. Nunca se ha visto en España, y por lo visto fue un fracaso pese a los buenos propósitos de sus productores, quienes contrataron para protagonizarla a Sterling Hayden, Patrick Magee, Hugh Griffith y a Jon Finch para encarnar a Jerry Cornelius (recordaréis a este actor como protagonista del Frenesí de Hitchcock y el Macbeth de Polanski). Atención a la pistola disparadora de agujas (todo un testimonio de época) y a las uñas pintadas de negro de Jerry:


http://www.youtube.com/watch?v=NKNrL3sRV4o



Fragmentos de la novela El programa final (dedicados a L.D.):


“Ritmos de música beat inundaban el Cadillac convertible mientras Jerry Cornelius enfilaba hacia la costa de Kent: Zoot Money, los Who, los Moody Blues, los Beatles, Manfred Mann y The Animals. En el aparato empotrado, Jerry sólo tocaba lo mejor."

“A mitad de camino se detuvo en un quiosco de periódicos y se compró dos Barras Marte, dos tazas de café negro fuerte, y una o dos libras de papel impreso rotulado NOTICIAS, COMERCIO, ENTRETENIMIENTOS, ARTE, POP, AUTOMOVILISMO, SUPLEMENTO CÓMICO, SUPLEMENTO EN COLORES, SUPLEMENTO LITERARIO, y SUPLEMENTO TURÍSTICO. La sección noticias tenía una sola página y las noticias eran breves, lacónicas, sin interpretaciones. Jerry no las leyó. En realidad no leyó nada más que el suplemento cómico. En cambio había mucho para mirar. En estos tiempos los medios de comunicación recurrían cada vez más a las imágenes. Jerry estaba bien provisto.
Comió las golosinas, se bebió el café, dobló las secciones y las dejó sobre la mesa, a guisa de propina. Luego volvió al auto para seguir viaje a Blackheath.
Fuera de las pastillas y los dulces, Jerry no había comido nada en casi toda una semana.
Había comprobado que no necesitaba comer mucho, y que podía vivir perfectamente de la energía vital de los otros, aunque esto era agotador para ellos, claro está. No tenía amistades duraderas y Catherine era la única persona de quien no se había alimentado. Se había complacido, al contrario, en alimentarla cada vez que ella se sentía débil con una parte de la vitalidad que él mismo robaba. A Catherine no le gustaba mucho que lo hiciera, pero lo necesitaría cuando él la sacara por fin de aquella casa y la devolviera a la normalidad, si conseguía devolverla a la normalidad.
Lo que haría ciertamente cuando tomase la casa por asalto sería matar a Frank. La aguja última de Frank, la excitación última que Frank aún estaba buscando, partiría de la pistola de Jerry.“

“Abiólogos (3), Acarólogo (1), Acólogos (2), Acrólogo (1), Adenólogos (5), Aletiólogo (1), Alquimista (1), Anatripsólogo (1), Andrólogos (10), Antibiólogos (10), Angiólogos (4), Anorganólogos (3), Antropólogos (4), Antropomorfólogo (1), Arcólogos (6), Areólogos (2), Artrólogos (4), Astenólogos (2), Astrolitólogo (1), Astrólogos (7), Astrometeorólogo (1), Atmológos (2), Audiólogo (1), Auxólogos (6).
—Su lista de necesidades— Jerry estudió las páginas. Había veintiséis categorías, una por cada letra del alfabeto.
—He completado la mayoría —dijo la señorita Brunner—. Me enteré de la fiesta por un histólogo que contraté; un colega de él había estado aquí.
—Así que vino a completar la lista. Menuda arca la que se está construyendo, por añadidura. La señorita Brunner puso cara de éxtasis.
—No el arca... ¡el diluvio!”

___________

Todos los fragmentos aquí citados pertenecen a las conocidas ediciones españolas de Moorcock, es decir, las de Martínez Roca y las de Edhasa (para los ciclos de Elric y Corum) y de Minotauro (para Jerry Cornelius). Michael Moorcock nunca ha tenido suerte en su publicación y difusión en España. Sus libros editados en la editorial Martínez Roca han sido inencontrables durante años. Por fortuna, Edhasa ha retomado los libros de Elric en una bellísima edición.

Luis Alberto de Cuenca es el principal valedor de Moorcock en España, y nunca ha perdido ocasión para reivindicarlo y recomendar su lectura. Aquí le vemos, junto a León Arsenal, en la presentación de Las crónicas de Elric, el emperador albino publicadas en Edhasa:

http://www.youtube.com/watch?v=ntXi15gaoG0

Aquí cerramos esta serie de artículos dedicados al novelista inglés por su 70 cumpleaños.
"Con Moorcock vuelve Homero, para mayor escarnio de pedagogos y seres racionales"
Luis Alberto de Cuenca


jueves, 4 de febrero de 2010

Clark Ashton Smith, el brujo olvidado ( I )

("Aceptó su propia resurrección y la de sus antepasados como se aceptan las indignidades y maravillas de un sueño. "
C.A.S., "El imperio de lo nigromantes")


1. Smithsonian

De los tres grandes escritores de literatura fantástica que marcaron con su sello personalísimo la época dorada de la revista “pulp” Weird Tales, en los años 30, tan sólo Clark Ashton Smith permanece como un gran desconocido para los críticos y los lectores. H.P. Lovecraft y Robert E. Howard han seguido cosechando sus públicos, no siempre coincidentes, con un provecho constante a lo largo de los decenios. Mientras tanto, puede afirmarse que el nombre de su compañero de generación (a pesar de ser conocido por todos, aunque tan sólo sea por su relación con los escritores citados) oculta a un maestro por descubrir para muchos, y un escritor aún por aquilatar en su valía para la crítica. Y es que con frecuencia se olvida, en la consideración crítica de la literatura estadounidense, la ramificación de cauces diversos que desde el principio la caracterizó. Si la línea de la nueva poesía nacional de Estados Unidos la inauguró Whitman, la narrativa pronto despejó tres vías principales por las que discurrir: la narración aventurera nutrida del espíritu pionero (Fenimore Cooper), la realista (Mark Twain) y la fantástica (Poe). La literatura fantástica forma parte de la tradición norteamericana con tanta fundamentación como la realista.

Después de Clark Ashton Smith (1893-1961), tal vez ningún autor de literatura fantástica ha sido tan potentemente personal y original (salvo Stanislaw Lem). Tolkien se nutre de fuentes altomedievales, proviene directamente de ellas, y el estilo exitoso de Michael Moorcock resulta (en comparación sobre todo con el de Smith) bidimensional: una fusión de la novela de aventuras con la narratividad del cómic (de elegante dibujo, eso sí). La imaginación de Lovecraft, a pesar de haber transitado por sus mundos oníricos creados ex -nihilo, en busca de la ignota Kadath o de puertas que se abrieran con llaves de plata heredadas, tendía a los ambientes reconocibles: lo ignoto se agazapa a la vuelta de aquella esquina… Robert E. Howard es sin duda el maestro del pulp, la quintaesencia de este tipo de escritura: identificación plena del autor con su medio (la revista comercial) y su público, aunque sin subordinación de la imaginación y del capricho de dicho autor. Lovecraft sólo se sirvió del pulp, no sirvió al pulp: sus aspiraciones eran más refinadas y aristocráticas, y siempre he sospechado que despreciaba secretamente a su público. Lovecraft y Smith se vieron obligados a recurrir a estas publicaciones en papel barato para darse a conocer, pero no se sentían realmente identificados con ellas.




En España, Clark Ashton Smith continúa en el limbo de los olvidados desde que, allá por los 70, la editorial Edaf publicara los dos volúmenes de Zothique e Hyperbórea. El volumen de Zothique volvió a flote de forma fugaz en 1990 para sumergirse después en las profundidades de lo descatalogado. A diferencia de lo que acece con otros escritores que quedan anclados en la penumbra de los desconocidos, o conocidos sólo de oídas y como nombres citados en notas a pie de página, la explicación no resulta sencilla en este caso: no hay razones literarias para su olvido, puesto que la calidad artística de su obra es muy evidente para cualquiera que desembarque en sus páginas, pero tampoco hay razones ideológicas, ni mucho menos comerciales. Convenientemente editados, los libros de Clark Ashton Smith supondrían un éxito más que probable, atrayendo a lectores muy diversos.

El californiano Clark Ashton Smith comenzó su carrera literaria en el mundo de la poesía (siendo saludado apresuradamente como un “nuevo Keats”), género que no abandonó a pesar de que pronto centraría su creatividad en la narrativa breve. Su abandono de la literatura tampoco es de fácil comprensión. Su paso de la creatividad desbordada al mutismo resulta tan fulminante y escandaloso como el de Rimbaud. Por parte de algunos biógrafos se ha apuntado la posibilidad de que las muertes inesperadas y tan seguidas, en 1936 y 1937, de sus amigos Howard y Lovecraft le hubieran sumido en un desconcierto estético (aparte de la depresión emocional que le supuso). El contacto, aun distante y epistolar con esos creadores, y el hecho de publicar juntos en la mismas revistas, eran factores que estimulaban su imaginación de forma comprobada. Tal vez Smith dependió más de lo que él mismo podía suponer del medio editorial con el que se daba a conocer, y su interés por proseguir sus creaciones decayó al mismo tiempo que se hundía hasta cierto punto un determinado mercado literario, a la vez que los gustos del público y sus formas de consumir narrativa cambiaban tras la Segunda Guerra Mundial.
En sus últimos 25 años se dedicó al dibujo y a la escultura. De esta labor nos han quedado piezas extrañas e inquietantes, de líneas minimalistas. Muy en concreto, se orientó a la manufactura de estatuillas de reducido tamaño, a la manera de pequeños ídolos desenterrados en un planeta muerto. La sencillez de líneas de sus dibujos y figurillas, aplicadas a creaciones de una imaginación tan barroca, aún resaltan más su absoluta otredad, el inhumano desafío de su presencia.
Sus abundantes relatos se agrupan en ciclos basados en los diversos mundos imaginarios por él creados, siendo los de Zothique e Hyperbórea los más importantes. Especialmente, es en el volumen de Zothique, recopilación del ciclo del mismo nombre, donde se agavillan los máximos logros del narrador, y es en este libro en el que se concentrará el análisis de estas líneas.

(La célebre cubierta de la edición original de Zothique, y que Edaf mantuvo en su edición castellana)


2. Ambientación

Cuando el lector se aproxima a Zothique, es sorprendido por lo exótico del panorama. Un mundo fantástico como el de Tolkien, pero filtrado por una sensibilidad en nada parecida a la serena y “olímpica” del profesor de Oxford. La fisonomía del mundo de Smith es cínica, estremecedora y turbia, macabras sus tramas. Contemplamos un mundo imaginario vislumbrado a través de los efluvios malsanos del decadentismo esteticista “fin de siècle”. Este californiano traductor de Baudelaire y de Heredia, fue el hacedor de un mundo enfermizo, cruel, bárbaro, animado por un sustrato onírico imprevisible en su fenomenología y que instala un desasosiego permanente en el lector. Antes de Clark Ashton Smith, tan sólo Lord Dunsany podía considerarse padre con relevancia literaria de los mundos y convenciones de la fantasía tal y como hoy la conocemos. Robert E. Howard y Clark Ashton Smith les dieron su forma definitiva. Dunsany probó qué resultados podían obtenerse de la fusión del orientalismo con el folclorismo irlandés, y por su parte, Ashton Smith demostró haberse nutrido de una de las lecturas personales más provechosas de las Mil y una noches que ha dado el siglo XX, junto a las que (igualmente personalísimas) Lovecraft y Jünger dejaron tras de sí respecto a este clásico oriental.
Predominan, en la ambientación de este mundo de Zothique, los matices orientalizantes. Las zonas áridas ocupan la mayor parte de los escenarios de estos relatos. Entre sus arenas pueden esconderse ciudades perdidas, cadáveres de civilizaciones extinguidas, mientras que la perversidad parece acumularse, adoptando formas particularmente pérfidas, en las islas: entre otras muchas, Naat, la isla de caníbales y nigromantes, o Uccastrog, la isla de los torturadores, un pueblo que halla su principal solaz en infligir dolor al otro.
La edición original en inglés, y conjunta, de los 16 relatos ambientados en Zothique “el último continente”, tuvo lugar en los 70 y ya no fue obra de su creador, fallecido en 1961, sino del editor e investigador del género Lin Carter (competente escritor él mismo), y permite obtener una visión de conjunto de este mundo imaginario. Zothiqe es una tierra ya moribunda repartida en naciones, reinos y territorios cuyas culturas se encuentran en un estado de decadencia y desintegración moral. Un estado cercano a los últimos grados de petrificación de la “Zivilisation” spengleriana. No hay en este mundo una señalada diferenciación de pueblos desde el punto de vista racial, como sí la hay en Robert E. Howard, ni especies vivientes enfrentadas en conflictos morales como en Tolkien. La homegeneidad de la humanidad que presenta Clark Ashton Smith viene marcada por la misma capacidad para el mal, la lujuria, la indiferencia ante el dolor ajeno, la avaricia y la ambición personal. No hay en este mundo horizontes de salvación personal ni colectiva como en la Tierra Media, ni enfrentamientos épicos significativos. Los pueblos se extinguen víctimas de epidemias o de su propia degradación y lasitud, conjuntamente con la extenuación de sus familias gobernantes. En un relato concreto, el lector se puede encontrar con que el olvido y las arenas han sepultado las ciudades que fueron esplendorosas en las historias relatadas en cuentos anteriores. La impresión que causa la recopilación de estas narraciones en un volumen es vívida y poderosa: pesan en el lector las aterradoras elipsis que separan como hachazos un relato y otro, con sus personajes propios, tan diferentes entre sí. Las elipsis pueden abarcar siglos, y el lector sabe que entre medio han tenido lugar sucesos catastróficos: extinciones, hambrunas, pandemias… los países populosos son desérticos ya unas páginas más adelante. Mientras tanto, los cetros pasan de mano en mano y la preeminencia de una nación se diluye y pasa a ser atributo de otra. Sólo perviven la maldad intrínseca de la existencia y el estupor que provoca. Una pesada nube de ensimismamiento concupiscente parece cernirse sobre cada reino, carente casi de ambiciones como no sean (muy desteñidas) las de aferrarse a un poder que también aburre: se trata de los inciensos enrarecidos que Clark Ashton Smith ha aprendido a respirar de Swinburne o de Huysmans, la tradición literaria de la cual su estilo proviene de forma directa, a mi juicio, con Poe como modelo de construcción de la pequeña máquina de escalofríos contenida en pocas páginas. Así, “La isla de los torturadores”, ofrece una versión muy personal del argumento que Villiers de L’Isle-Adam dio a la luz (o a la tiniebla) en un famoso relato de horror decimonónico: La tortura de la esperanza… con añadidos argumentales enmarcando el planteamiento original del escritor francés y con el despliegue de una imaginería muy personal del californiano ornando la trama. El motivo de la vampiresa, la lamia que un día fue mujer amada y que retorna convertida en monstruo, aparece en “La muerte de Ilalotha”. Con este argumento entre las manos, Smith parece saltar sobre las versiones cercanas heredadas de Poe retornando al origen del tema, y acercándose al poema “La novia de Corinto” de Goethe.

(Continuará...)

(Una de las misteriosas esculturas de Clark Ashton Smith, entronizada sobre un ejemplar de su obra maestra.)

sábado, 30 de enero de 2010

Michael Moorcock cumple 70 años ( IV, antología de textos y algunas vivencias)

Este fue el primer libro de Michael Moorcock que leí, cuando aún estaba en la Universidad. Tal vez sea el más leído de su autor, y no sólo por ser de los mejores sino por constituir oficialmente el inicio de la saga dedicada a su personaje más destacable, Elric: esto es, no el primer libro publicado del ciclo, sino el arranque de la biografía del personaje (1972).
En aquel momento el libro me pareció insignificante y me disgustó profundamente. Un amigo mío, fan de Moorcock, me pedía que le cediese el ejemplar, pues ya por entonces los libros de la colección “Fantasy” de Martínez Roca estaban descatalogados (hoy alcanzan cifras abusivas en las librerías de segunda mano y son muy buscados por los aficionados). Sin embargo, me gustaba tanto la ilustración de la portada que nunca fui capaz de regalar el libro (ya me había arrepentido de regalar algunos libros de mi propiedad en años pasados). Ahora me congratulo de esa indecisión mía y de haber retenido el volumen a pesar de que su lectura no colmó mis expectativas.
A pesar de todo, pasando los años, advertí que había imágenes de esa novelita que no abandonaban mi memoria y que me parecían raros hallazgos de inventiva: en especial no podía olvidarme de aquella extraña arma defensiva para una ciudad… el Espejo de los Recuerdos, el cual, enfocado hacia los atacantes desde el punto más alto de la ciudad, les privaba de memoria dejándolos indefensos y fuera de combate, con el cerebro tan vacío como el de un bebé… Y sobre todo recordaba el modo con el que Elric se abrió paso en la toma de la ciudad: por las calles avanzaron guerreros ciegos, combatientes que se guiaban por el sentido del oído, el olfato y la intuición, y seguidos por otros que portaban yelmos totalmente cerrados y sin visera. Qué idea y qué secuencia tan geniales, me dije…También quedó fija en mi memoria la aparición de Arioco, señor del Caos, invocado por Elric a través de un conjuro: en un principio, una mosca parece haberse colado en la estancia; luego, el insecto mira fijamente y de cerca al protagonista… se trata del bello demonio invocado, que opta por tomar formas cambiantes.
Cuando, bastantes años después, un capricho de horas bajas y paro forzoso me hizo abrir de nuevo el libraco, éste me entusiasmó y leí seguidamente otros del autor. Me dejé arrastrar confiadamente. Moorcock abundaba en invenciones y situaciones fantasiosas tan originales como las que me habían cautivado.

Es famoso el primer párrafo de esta breve novela donde suceden tantas cosas:

“Su carne es del color de una calavera blanqueada al sol y el largo cabello que le cae sobre los hombros es de un blanco lechoso. En su testa ahusada y hermosa destacan dos ojos sesgados, tristes y de color carmesí. Y de las amplias mangas de su blusón amarillo surgen dos manos delgadas, también del color del hueso, que descansan en los brazos de un trono esculpido en un único e inmenso rubí.
Los ojos carmesí muestran preocupación y, de vez en cuando, una mano se alza para tocar un yelmo ligero, colocado sobre la cabellera blanca, un yelmo fabricado con una aleación oscura y verdosa exquisitamente batida hasta darle la forma de un dragón a punto de emprender el vuelo. Y, en la mano que acaricia la corona con gesto ausente, luce un anillo con un raro solitario de piedra de Actorios cuyo corazón cambia a veces perezosamente y toma nuevas formas como si fuera humo dotado de conciencia, tan inquieto en su prisión diamantina como el joven albino en su Trono de Rubí. “




La fortaleza de la Perla (1989):“¿Existe un valeroso señor, engendrado por el destino, capaz de portar viejas armas, de ganar nuevos estados, y desgarrar las murallas que santifica el Tiempo, de arrasar antiguos templos como mentiras santificadas, de quebrar su orgullo, perder su amor, destruir su raza, su historia, su musa, y, tras renunciar a la paz en favor del esfuerzo, dejar sólo un cadáver que hasta las moscas rechazan?

Crónica de la Espada Negra”

La venganza de la Rosa (1991):
“Pero ahora tuvo que soportar su dolor y luchar contra su debilidad mientras el
dragón lo transportaba hacia la desagradable negrura situada más allá de la luna, y
un solo, prolongado y lento rayo plateado acuchilla la oscuridad, y un solo y agudo
retemblar de tormenta rompe el silencio de la noche, y el dragón hembra levanta
la cabeza, bate sus monstruosas alas y ruge un repentino desafío a esos
improbables elementos...
... Mientras, Elric aúlla las viejas y salvajes canciones de los señores del
Dragón, y se eleva, en una sensual simbiosis, con el gran reptil, para salir de la
noche y penetrar en la cegadora gloria de una tarde de verano.”


Stormbringer (Portadora de tormentas, 1965):“El antiguo fervor impío de los desaparecidos reyes de Melniboné se reflejó en los rostros de los dos parientes cuando se pusieron a cantar antiguas canciones de guerra y sus espadas gemelas se unieron a sus voces produciendo una turbadora melodía de destrucción y maldad. Con los labios entreabiertos, que revelaban los blancos dientes, los ojos carmesíes que brillaban con un ardor amenazante y el blanco cabello agitado por el viento abrasador, Elric levantó la espada hacia el cielo y volviéndose, se dirigió a sus compañeros:
— ¡Y ahora, amigos míos, veréis cómo los antiguos de Melniboné conquistaron al hombre y al demonio para gobernar el mundo durante diez mil años!
Moonglum pensó en aquel momento que Elric se merecía el apodo de Lobo que le habían puesto hacía mucho tiempo en el Oeste. Toda la fuerza del caos que llevaba dentro se había apoderado por completo de él. Supo que Elric ya no se sentía dividido en cuanto a sus lealtades, que en él no había ya ningún conflicto. La sangre de sus antepasados lo dominaba, y tenía el mismo aspecto que ellos debieron de haber tenido siglos antes cuando las demás razas de la humanidad huían de ellos, temerosas de su magnificencia y de su maldad. Dyvim Slorm parecía presa del mismo arrebato. Moonglum lanzó una sentida plegaria a los pocos dioses buenos que pudieran quedar en el universo para que Elric fuera su aliado y no su enemigo.”

Moorcock señaló en su momento que su personaje se encontraba en la misma línea tradicional del héroe-villano de corte byroniano. En efecto, el lector culto advertirá en la situación emocional de fondo del personaje (causante de la muerte de su amada, atormentado heredero de una vieja estirpe ante cuyo recuerdo se siente culpable y a la vez, contradictoriamente, en rebeldía) y en sus capacidades hechiceriles (con dominio sobre los espíritus de los elementos: aire, tierra, agua y fuego) que el modelo que se adivina detrás es el Manfred (1817) de Byron, y el de alguna otra obra del romántico inglés (Sardanápalo, 1821).
También resulta justificadamente famoso el visionario inicio de cada uno de los libros de la primera Trilogía de Corum Jaehlen Irsei:
“En aquellos días había océanos de luz, ciudades en el cielo y salvajes bestias voladoras de bronce. Había manadas de ganado carmesí que bramaban y eran más altas que castillos. Había cosas chillonas y repugnantes que infestaban ríos salvajes. Era un tiempo en que los dioses se manifestaban en nuestro mundo con todos sus atributos; un tiempo de gigantes que caminaban sobre el agua; de duendes sin mente y criaturas deformes que podían ser convocadas por un pensamiento mal calculado y que sólo podían ser alejadas con el dolor de algún terrible sacrificio; un tiempo de magia, fantasmas, naturaleza inestable, sueños frustrados, pesadillas corpóreas.
Era un tiempo rico y oscuro. El tiempo de los Señores de las Espadas. El tiempo en que los Vadhagh y los Nhadragh, enemigos seculares, se extinguían. El tiempo en que el Hombre, esclavo del miedo, emergía sin darse cuenta de que gran parte del terror que experimentaba era consecuencia simplemente de su nacimiento.”



Quienes afirman que todos los protagonistas de Moorcock están cortados por el mismo patrón y son intercambiables no parecen haber leído con atención las novelas. Corum es un servidor del Orden en la primera Trilogía, al contrario que Elric (vasallo de Arioco, uno de los Señores del Caos), y su carácter le muestra preferentemente bajo los rasgos de un ángel bueno, que se ofrece en repetidos sacrificios personales por la defensa de la raza humana en su segunda Trilogía. Se diferencia de Elric en que no abandona la confianza en un racionalismo de tono ilustrado y humanista, carece de la agresividad innata de Elric (la cual el albino no logra reprimir pese a intentarlo) y en que no es un buen combatiente. Me atrevería a decir que a Corum le define, al igual que decía de sí mismo Rimbaud asimilándose a sus antepasados galos, “la torpeza en la lucha”.
Segunda Trilogía:
“Y sólo cuando veían a Corum, pálido y pensativo, con la cabeza inclinada como si intentara captar una voz que sus oídos no lograban capturar, pensaban en la tragedia de aquellas historias y en los grandes corazones que se habían detenido para siempre sirviendo a su raza.
Y entonces los moradores de Caer Mahlod callaban y se entristecían, y comprendían la enormidad del sacrificio que el príncipe vadhagh llamado Corum de la Mano de Plata había hecho por su causa.”

(Continuará...)