viernes, 10 de julio de 2009

Ernst Jünger y el emboscado real ( III )

(El otro "Ernst": Von Salomon)

Pero aparte de esta dimensión de lo absoluto (que fue la adquisición del Jünger maduro que vino a sumarse a su discurso y que tantas veces ha contribuido a crear la errónea impresión de dos épocas totalmente diversas en su obra, y de casi la aparición de un nuevo autor en la misma piel de otro anterior), existen en La emboscadura dos “series” de reflexiones que inciden plenamente en el carácter combativo que la obra también posee y que se nos intenta escamotear o minimizar en su relevancia. Por un lado está la serie que propiamente habla de la lucha, y que viene una y otra vez a recordarnos que la emboscadura no es pasividad inerme: pp. 49, 56-57, 68, 75, 85, 125, 135, 154, y todo el capítulo 29 (como ya hemos señalado) y que se sitúa entre las páginas 139 y 145. Y por otro lado está la “serie de Alemania”, la cual demuestra que, si bien Jünger en ocasiones ha expurgado circunstancialmente sus textos anteriores de referencias a lo políticamente inmediato para resaltar más el contenido absoluto y generalizador de sus argumentos, todavía ahora a comienzos de los años 50 se preocupa de señalar cuestiones candentes y vivas de la política de un tiempo contemporáneo concreto, de una precisa situación histórica. La serie sobre los alemanes va punteando oportunamente el libro: pp. 76, 82, 92, 134, 139, 146, 158.

Es en el capítulo 29 donde más se materializa cuanto la figura del emboscado tiene de revolucionario real y rebelde metódico. El capítulo comienza con una alusión directa a la ocupación de Alemania por parte de los aliados vencedores de la Segunda Guerra Mundial (alusión, si bien no declarada, sí visible para el lector de la época, y en conexión con otras partes del libro). Tras una descripción del método guerrillero-partisano de lucha (que incluye un recuerdo a los guerrilleros españoles de la Guerra de la Independencia, capaces de paralizar al ejército napoleónico), se pasa a una nueva apelación a los alemanes, a plantear su adecuación caracteriológica a las emboscaduras (posibles en una y otra Alemania, como hostilidad latente contra ambas) y a sus sorpresas históricas. La argumentación roza también la nada políticamente correcta cuestión del derecho a las armas. Le sigue a todo ello una evocación de las posibles reactivaciones políticamente operativas de agrupamientos primordiales, como el del clan familiar. Se concluye con la devolución del combatiente a su encuadramiento legítimo: la milicia, pues también, como recuerda Jünger, los emboscados pueden reunirse y constituirse en ejército.
No puede comprenderse en su plenitud el libro sin las coordenadas (que no están situadas fuera del texto, desde parámetros biográficos, sino explicitadas entre sus páginas) de una Alemania recién dividida, ocupada por los ejércitos representativos de los dos modelos de democracia, la democracia burguesa y la democracia popular. Sólo un par de años antes, en 1949, se había levantado para Jünger la prohibición de publicar que sobre él pesaba. También así se entenderá todo el coraje que supone la puesta por escrito de sus propuestas y la toma de posición, libre y expuesta a los golpes o a la marginalidad, llevada a cabo por Jünger cumpliendo con su ideal de “autoría”, que implica también (como la emboscadura) una decisión moral autónoma.

De los comentarios dedicados en los últimos tiempos a La emboscadura desaparece misteriosamente, como decíamos, incluso el carácter bélico de esta figura, que lo hace más cercano al Soldado y al Trabajador que al Anarca. Jünger se encargó de recordar, en el capítulo 17, que el término “Waldgänger” (emboscado) está tomado de la imaginería vikinga, aludiendo al proscrito que acusado de delitos de sangre (reténgase bien esto, y sin miedo, por favor, a ser posible) pasa a una existencia clandestina en el bosque. No hay sino que revisar las acusaciones que pesaban contra Jünger por aquellas fechas para ser conscientes de una vez por todas de lo que hay detrás de la figura del emboscado, lo que subraya su naturaleza heroica y combativa. La explicación no queda lejana de esa definición que ofrece Ernst Von Salomon de sus “Proscritos” (Geächteten), expuesta en su libro homónimo “Los Proscritos” (o “Los Réprobos” como a veces se traduce), de 1930. Ambos, libro y autor, eran muy bien conocidos por Jünger desde su aparición en la escena literaria. El contacto entre ambos grandes escritores fue muy estrecho a finales de los años 20 y comienzos de los 30, más reticente y reservado desde el punto de vista de Von Salomon. La no coincidencia en cuanto a propuestas estratégicas de intervención política e incluso sus visiones divergentes acerca de la escritura y la materialización literaria de la idea, impidieron que entre ellos existiera una afianzada amistad que fuera más allá del reconocimiento y respeto mutuos. No obstante, el contacto y la simpatía nunca se perdieron: cercano ya a su muerte, y cuando Von Salomon había desaparecido hacía tiempo, Jünger conservaba un retrato del autor de “Los Proscritos” y de “El Cuestionario” en su estudio.
Von Salomon también explica el significado del concepto “proscrito” como proveniente de las sagas escandinavas. Es importante citar por extenso las siguientes líneas para percibir la total sintonía de intención con los planteamientos de Jünger y comprobar cómo ambas visiones surgen de un sustrato histórico y anímico hermanado:

“¿Dónde he leído yo, no hace mucho, algo acerca de los malditos? ¡Ah, sí, en las sagas de Islandia! Los malditos de aquellos tiempos (…) se vieron expulsados de las regiones en que reinaba el orden. Tenían derecho a conservar sus armas, pero todo el que quisiera y tuviera fuerzas para ello podía, impunemente, darles muerte (…) Pero poco a poco, los desterrados pasaron a formar un elemento con el que había que contar; las tribus languidecían, privadas de sus fuerzas combativas, como el árbol al que amputan las ramas más vigorosas; y al fin un buen día surgieron los proscritos de los bosques en que habían buscado refugio y se convirtieron en los amos del país.” (“Los Proscritos”, pp.317-318)
... ... ...
(Continuará...)

(Posible "emboscado")

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